Este fue el lema de la Olimpíada de Pekín en 2008: “Un mundo, un sueño” (“One world, one dream”). Con la esencia de los valores universales que suponen las Olimpíadas, este lema y estos juegos promovían la armonía y la unidad de los pueblos del mundo. Y ello a pesar de que los medios de todo el mundo, y en concreto los de China y Estados Unidos, destacaban la competencia entre dos países, entre dos mundos, entre el Este y el Oeste. De todas formas, “Un mundo, Un sueño” circuló ampliamente por los medios y en Internet antes y durante la celebración de la Olimpíada. Por ello, Shirley Cheng y su grupo, de la Universidad de Illinois en Champaign, junto a colegas de varias universidades chinas, organizaron un estudio en China para conocer si estos eventos internacionales influyen de alguna manera en la relación entre personas de diferentes culturas. Y, en el fondo, saber si “Un mundo, un sueño” había funcionado.
En su primer experimento parten de la hipótesis de que los que han estado expuestos a los Juegos deben verse influidos en su conocimiento de las culturas oriental y occidental. Los datos los recogen en julio de 2008, un mes antes de los Juegos, y en noviembre del mismo año, tres meses después de la Olimpíada. Los voluntarios son, en julio, 94 universitarios de Pekín, con 56 mujeres y una edad media de 20.9 años, y en noviembre son 125 universitarios, con 82 mujeres y una edad media de 22.4 años. Los voluntarios responden a una encuesta que les presenta cinco valores de la cultura china (obediencia, modestia, colectividad, obligación y armonía) y cinco valores de la cultura occidental (positividad, unicidad, individualidad, autonomía y libertad). Cada voluntario debe puntuar cada valor, desde “no es característico” hasta “muy característico”, su pertenencia a las culturas china y occidental, en dos preguntas diferentes y sin que sean excluyentes. Es decir, estos valores, a criterio de cada voluntario, pueden pertenecer a las dos culturas.
Al analizar los resultados los autores encuentran que los voluntarios (recordad que son chinos) distinguen, en general, los valores que pertenecen a cada una de las culturas y, por tanto, las diferencias. Sin embargo, la diferencia entre ambas culturas se amplía después de los Juegos. Por tanto, la Olimpíada no ha servido para unir a las culturas sino que, con el conocimiento, aumenta la sensación de diferencia. No hay “Un mundo, un sueño”.
En su segunda encuesta, Cheng y sus colegas investigan la percepción y las sensaciones que producen marcas comerciales populares de China y de Estados Unidos en 401 voluntarios de China y en 232 voluntarios de Hong Kong, y si esa percepción varía entre antes y después de los Juegos. Encuentran que, para los voluntarios, la percepción y las sensaciones positivas hacia las marcas chinas aumentan después de la Olimpíada incluso para aquellos que, antes de los Juegos, no tenían esa tendencia. De nuevo “Un mundo, un sueño” no ha funcionado; somos de una cultura, de un pueblo, de una tribu.
*Cheng, S.Y.Y. y 8 colaboradores. 2011. One world, one dream? Intergroup consequences of the 2008 Beijing Olympics. International Journal of Intercultural Relations 35: 296-306.