Lo que nos dicen, seamos conscientes de ello o no, influye en nuestra conducta. Y más todavía si quien nos habla es alguien que nos merece respeto, por ejemplo, un experto en la materia. Así nos ocurre en cuestiones de arte, tal como nos cuentan Mengfei Huang y sus colegas de la Universidad de Oxford.
El arte, en cualquiera de sus expresiones, atrae con más o menos fuerza a todo el mundo: pintura, escultura, literatura, cine, música,… Y cada uno tiene su criterio sobre estas expresiones artísticas, criterio basado tanto en conocimientos como en la propia historia personal en su sentido más amplio. Pero sabemos muy poco de los mecanismos cerebrales que están en la base de nuestros gustos y criterios sobre el arte. Sabemos muy poco de eso que se ha dado en llamar neuroestética, cuyo objetivo es conocer por qué encontramos algo atractivo y, a veces, hasta hermoso en nuestro entorno.
Huang propone que la experiencia estética, para que sea completa, se debe basar en la autenticidad de la obra observada. Una obra falsa, que sabemos que lo es, impide que la disfrutemos a tope. Para confirmar su hipótesis, Huang y sus colegas enseñan una serie de retratos pintados por Rembrandt que, según los expertos, hay algunos que pintó el autor y otros son obra de discípulos o, simplemente, copias o falsificaciones, a 14 voluntarios, entre ellos 6 mujeres, con edades de20 a 27 años. Todos gustan del arte pero sin ser unos fanáticos (como mucho, cinco visitas a museos al año) y no tienen estudios específicamente sobre arte, aunque todos conocen a Rembrandt y le consideran un gran pintor. Se les dice si el retrato que van a ver es de Rembrandt o no y se les hace un escáner para conocer las áreas del cerebro que se activan durante la observación.
Cuando no saben si el retrato es auténtico o falso, es decir, cuando creen que están viendo una obra de Rembrandt, las zonas del cerebro que se activan son siempre las mismas. O sea, que no saben distinguir lo verdadero y lo falso. El cerebro responde con las áreas dedicadas a la recompensa; nos sentimos satisfechos al disfrutar de la obra de un gran pintor. En cambio, cuando saben que la obra es falsa, no se disfruta de ella, pues las zonas del cerebro que se activan son aquellas dedicadas a la elaboración de planes y estrategias. Los voluntarios, ante una obra declarada falsa, se lanzan a meditar cómo y por qué los expertos la han declarado como tal, en qué se han fijado, cuáles son los detalles que revelan que no es de Rembrandt,… Así, el juicio estético no existe; quizá la falsificación sea excelente y su valor como obra de arte sea importante, pero no importa, el saber que es falsa nos impide ir más allá. Nuestro cerebro no nos deja.
*Huang, M. y 3 colaboradores. 2011. Human cortical activity evoked by the assignment of authenticity when viewing works of art. Frontiers in Human Neuroscience 5: 1-9.