Es bueno dormir y no sólo por el necesario descanso que proporciona sino, además, porque la falta de sueño perjudica el ánimo y las emociones y provoca una sensibilidad mayor a los estímulos negativos y una respuesta menor a los positivos, o sea, que si no se duerme lo suficiente uno se convierte en un personaje gruñón, desagradable y pesimista. Es obvio y todos lo sabemos, dormir poco y mal no es recomendable. Por ello, Rebecca Berger y su grupo del Hospital Bradley de Providence, en Estados Unidos, han estudiado los efectos de la falta de sueño sobre las respuestas emocionales de niños de dos y medio a tres años.
Los niños voluntarios (más bien son los padres los voluntarios) son 10, elegidos después de estrictos controles de salud y comportamiento. Es básico que estén acostumbrados a un ciclo de sueño de, por lo menos, 10.5 horas por noche y a una siesta de 45 minutos después de comer, en la cama y como mínimo tres días por semana. En el experimento siguen, por cinco días, un horario de a las 22.00 horas a la cama, a las 7.00 a levantar y de 12.30 a 14.00 horas, después de comer, a la cama a echar la siesta; si se duerme o no, es cosa del bebé. En total son 12.5 horas de cama cada 24 horas.
Tanto si el niño se duerme en la siesta como si no lo hace, dato que se apunta, una hora después se estudian sus respuestas emocionales. El método es con un ordenador sobre una mesa y con el niño sentado en una silla adecuada a su tamaño. Primero, ven un video en que Bugs Bunny les pide que permanezcan sentados y miren a la pantalla. Desde este momento se empiezan a grabar en video las expresiones del rostro del niño. En la pantalla ven 11 imágenes, ordenadas al azar, de las que unas deben provocar respuestas positivas (muñecos, delfines, un helado,…), otras negativas (un tiburón, humo, ruinas) o neutras (un libro, un extintor,…). En un segundo test, el niño debe completar un rompecabezas que tiene dos versiones: una de ellas con solución y la otra imposible de ordenar. Y, según el niño sigue estos dos estímulos, se graban sus expresiones para, después, analizar su respuesta emocional.
Si no duermen la siesta, los niños responden con mala cara a los estímulos negativos y neutros y les cuesta responder positivamente a los positivos. O sea, la falta de siesta vuelve al niño más negativo y poco positivo. Algo parecido pasa con el rompecabezas pues, sin siesta, el niño responde un 31% más al irresoluble y un 34% menos al rompecabezas con solución.
Según los autores, el sueño (la siesta en este caso) es un factor clave en cómo el niño responde a los estímulos externos y, a través de ellos, interpreta su mundo. Si duermen poco, reaccionan mal ante lo negativo y no aprovechan a tope los estímulos positivos. En resumen, no aprovechan las oportunidades.
*Berger, R.H. y 4 colaboradores. 2011. Acute sleep restriction effects on emotion responses in 30- to 36-month-old children. Journal of Sleep Research doi:10.1111/j.1365-2869.2011.00962x