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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

La mano de goma

Comenzó como un juego de salón y ha terminado como una técnica eficaz, aunque curiosa, de conocer cómo funciona nuestro cerebro y cómo integra informaciones de diferentes fuentes para conocer nuestro cuerpo y su posición en el espacio. Todos, si cerramos los ojos, y hay que recordar que somos ante todo animales visuales, sabemos dónde están las diferentes partes de nuestro cuerpo; si quieren probar, cierren los ojos y localicen, por ejemplo, sus manos y sus pies. Todos, en algún momento, hemos realizado tareas, incluso algunas muy complejas, en la más completa oscuridad, sin ayuda de nuestros ojos. Sin embargo, no se fíen tanto de su vista; a veces nos engaña.

Para conocer la posición del cuerpo y de sus partes, el cerebro integra datos de la visión, del tacto y de lo que se llama sistema de propiocepción, formado por células sensoriales distribuidas por el interior del cuerpo, sobre todo en relación con los músculos, indicando al cerebro si están y cuánto lo están contraídos o relajados. Estos tres sistemas sensoriales, integrados en el cerebro, ayudan a situar el cuerpo y sus partes en relación al entorno.

Ahora veamos en detalle lo que se denomina “la ilusión de la mano de goma”, tal como lo cuentan quienes primero lo utilizaron en investigación, Matthew Botvinick y Jonathan Cohen, de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. Trabajan con 10 voluntarios, cada uno de ellos sentado ante una mesa y con la mano izquierda oculta a su vista por una pequeña tabla vertical. Junto a la tabla, visible para el voluntario, se coloca sobre la mesa una mano de goma de tamaño natural. Con dos pequeños pinceles, mientras el sujeto mira la mano de goma (es la que ve), se acarician, a la vez, las mismas zonas de su mano izquierda oculta y de la mano de goma visible, durante 10 minutos. A continuación, los voluntarios rellenan un cuestionario sobre sus sensaciones durante el experimento. Hay tres preguntas que prácticamente todos los sujetos contestan igual: han sentido que les tocaban en su mano izquierda cuando veían que tocaban la mano de goma (lo que es cierto, aunque no lo saben pues no ven su mano); han creído que la caricia que sentían en su mano real era provocada por la caricia en la mano de goma (en la respuesta anterior sentían la caricia en su mano, en esta respuesta creen que la caricia en una induce la caricia en la otra); y, por último, casi todos los voluntarios han sentido que la mano de goma era su propia mano. Tanto es así que en otro experimento, después de las caricias simultáneas, se ha golpeado la mano de goma con un martillo o de le ha clavado un cuchillo, y el voluntario ha sentido un momento intenso de angustia y dolor y ha retirado de la mesa su mano izquierda real con rapidez.

Esta ilusión dura una media hora y los autores encontraron un método de cuantificar su desaparición. Para ello pidieron a los voluntarios que, después de las caricias, acercarán por debajo de la mesa el dedo índice de su mano derecha hasta alinearlo con el dedo índice de su mano izquierda. Según va desapareciendo la ilusión, el dedo índice derecho va quedando cada vez más cerca del dedo índice de la mano izquierda real. O sea, más cerca de la mano de goma, más ilusión; más cerca de la meno real, menos ilusión.

Un experimento similar al del martillo o el cuchillo, pero menos bestia, que nos informa de las consecuencias fisiológicas de esta ilusión es el planteado por Lorimer Moseley y su grupo de la Universidad de Oxford. Han encontrado que la ilusión de la mano de goma provoca una leve bajada de la temperatura, más o menos un cuarto de grado centígrado de media, en la mano real de 11 voluntarios. Cuando los sujetos declaran que sienten que la mano de goma es su mano comienza la bajada de temperatura, más o menos al minuto de empezar las caricias simultáneas, y vuelve a subir la temperatura unos minutos más tarde.

Parece evidente que la ilusión de la mano de goma demuestra, de nuevo, que somos animales visuales. Sentimos la caricia en la mano real y vemos cómo acarician la mano de goma. Gana el sentido de la visión y creemos que la mano de goma es nuestra propia mano. Somos lo que vemos, quizá.

 

*Botvinick, M. & J. Cohen. 1998. Rubber hands “feel” couch that eyes see. Nature 391-756.

*Moseley, G.L. y 6 colaboradores. 2008. Psychologically induced cooling of a specific body part caused by the illusiory ownership o fan artificial counterpart. Proceedings of the NationalAcademy of SciencesUSA105: 13169-13173.

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