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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Cetáceos

Las ballenas son un problema; quiero decir, son un problema para estudiarlas. Son grandes, ágiles, independientes y gregarias, listas, se mueven bien en el agua y, si las molestamos, su respuesta puede ser peligrosa. La toma de muestras para estudios fisiológicos, celulares o bioquímicos es, por tanto, difícil y laboriosa cuando no cruel si se recurre al sacrificio, tal como hacen los japoneses que, después de la toma de muestras, envían la carne a los mercados y restaurantes de su país.

Pero el ingenio de los investigadores no tiene límite y Céline Frère y sus colegas de la Universidad de Queensland en Brisbane, Australia, han desarrollado un método para la toma de muestras de los soplidos de los delfines, es decir, de su respiración. Recuerden el “¡Allí sopla, allí sopla!” de Moby Dick. Trabajan con seis delfines (Tursiops truncatus) del Acuario Nacional de Baltimore, en Estados Unidos. Estos animales exhalan, con fuerza, unos 70 litros por segundo, con aire, fluidos del sistema respiratorio y células de los pulmones y de los conductos de aire. Los autores entrenaron a los delfines a apoyar la cabeza en el borde la piscina y facilitar la colocación de un tubo de muestras en el orificio respiratorio. En cada toma se recogen entre cuatro y seis exhalaciones. El análisis de las muestras detecta con facilidad el ADN de núcleos y mitocondrias de las células del sistema respiratorio. En fin, que este método de toma de muestras, no invasivo, funciona a la perfección con estos delfines.


Pero hacer lo mismo con ballenas en libertad y en mar abierto no es tan sencillo, tal como cuentan Karina Acevedo-Whitehouse y su equipo de la Sociedad Zoológica de Londres. Las ballenas no se quedan quietas a la espera del tubo de muestras; más bien hay que llevarlo hasta ellas. Karina y sus colegas trabajaron con cuatro especies de ballenas del Golfo de la California y de la costa del Pacífico de la Península de Baja California: rorcual común (Balaenoptera physalus), cachalote (Physeter macrocephalus), ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) y ballena gris (Eschrichtius robustus). Y para recoger las muestras, también de los soplidos de las ballenas, utilizaron un helicóptero a radiocontrol, marca y modelo Raptor 30 V2 Thunder Tiger, de unos tres kilogramos de peso y una autonomía de vuelo de alrededor de once minutos. A la carcasa del helicóptero sujetaron unas placas de plástico que sujetaban hasta seis placas de Petri que es donde se depositaban las muestras. La toma de muestras no debía tardar más allá de cinco minutos para evitar el sobrecalentamiento del motor y la caída del aparato.

En las muestras, los autores encontraron diversas bacterias típicas del sistema respiratorio de las ballenas en 11 de los 22 intentos de muestreo realizados. No está nada mal para un objetivo tan complicado y difícil.

*Acevedo-Whitehouse, K., A. Rocha-Gosselin & D. Gendron. 2009. A novel non-invasive tool for disease surveillance of free-ranging whales and its relevance to conservation programs. Animal Conservation 13: 217-225.

*Frére, C.H. y 5 colaboradores. 2010. Thar she blows! A novel method for DNA collection from cetacean blow. PLoS ONE 5: e12299

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