La relación entre madre e hijo es complicada y en ella intervienen factores muy diversos procedentes de las neurociencias, la biología evolutiva, la biología molecular y la psicología social y del desarrollo. Sería presuntuoso por mi parte suponer que con esta entrada iba a aclarar asunto tan complejo; esto será como una novela en capítulos, y hoy llega el primero. La relación madre-hijo es, en nuestra especie, una interacción dinámica entre la conducta de cuidados y afecto por parte de la madre y las señales preprogramadas en el bebé para conseguir que le cuiden. En otras especies es conocido el papel de las hormonas en esta relación; en nuestra especie, hay artículos, muchísimos, que lo sugieren pero están dispersos y la mayoría o son sugerencias teóricas y carecen de rigor metodológico. Megan Galbally y su grupo, del Hospital para Mujeres de Melbourne, en Australia, se han propuesto ordenar, por medio de un meta-análisis, lo que sabemos sobre este asunto.
Son la oxitocina y la vasopresina las hormonas que en vertebrados regulan las conductas sexuales y reproductoras, con la oxitocina encargada más bien de los comportamientos positivos, entre ellos la conducta maternal. Por ejemplo, las ratas recién nacidas que reciben oxitocina, de mayores muestran un cuidado maternal más intenso con sus crías; y las que reciben los cuidados más atentos por parte su madre tienen una concentración más alta de oxitocina cuando, ya de adultas, dan de mamar a sus propias crías. Sin embargo, transferir sin más estos datos a nuestra especie es complicado. Nuestra conducta maternal no es única ni estereotipada y, según Galbally, varía con la cultura, la edad, las circunstancias del parto, el soporte social a la madre después del parto y factores neurobiológicos de cada individuo.
Es indudable que un factor básico que marca la conducta maternal es la indefensión de la cría de nuestra especie desde que nace hasta pasados unos años. Necesita muchos cuidados durante mucho tiempo después del nacimiento. El desarrollo del niño depende en gran medida de su relación con sus padres y, en general, con los adultos. En fin, que no todas las madres son iguales, como es bien sabido, y en esa variabilidad es posible que influya, entre otros factores, la concentración de oxitocina.
Por otra parte, esta hormona se relaciona con el parto, la lactancia, la regulación del ánimo (del buen ánimo) y las conductas sexual y maternal. Se ha propuesto que contribuye a la formación de la unión emocional entre madre e hijo, a la vez que reduce los niveles de ansiedad y estrés lo que ayuda a que la madre y el hijo se sientan a gusto cuando están juntos.
Galbally y su grupo han revisado los artículos, publicados entre 1950 y 2009, que relacionan la oxitocina con el parto y el cuidado de la prole. Han encontrado 69, y después de revisar su metodología, han quedado ocho útiles para el meta-análisis, todos publicados entre 2005 y 2009, lo que indica lo novedoso de este asunto.
Estos ocho estudios cubren aspectos muy diversos de la conexión entre la oxitocina y la relación madre-hijo. Por ejemplo, uno de los artículos cuenta como los bebés criados en un orfanato tienen niveles de oxitocina más bajos ante sus madres de acogida que los niños criados en casa. O que los estudiantes universitarios cuyos padres se han separado y no ven hace tiempo a uno de ellos, tienen niveles bajos de oxitocina. Las madres cuya concentración de la hormona crece a lo largo del embarazo tienen mayores puntuaciones en los tests que miden una relación más estrecha con sus hijos. Lo mismo si se mide la concentración de oxitocina en el primer trimestre post-parto. Las madres que se sienten bien con sus hijos tienen mayor concentración de oxitocina y su cerebro, en el hipotálamo, lugar de síntesis de la hormona, y los niveles en sangre reaccionan ante la sonrisa y el lloro del niño cuando este tiene entre 7 y 11 meses. Incluso las madres de niños de hasta 5 años de edad, reaccionan con aumento de oxitocina ante niños de la misma edad, aunque no los conozcan.
En conclusión, parece que existe una correspondencia entre el nivel de oxitocina y la relación madre-hijo. Falta mucho por estudiar y, por ahora, sólo se conocen con certeza aspectos parciales de este tema. Así, por ejemplo, prácticamente no se sabe nada sobre los niveles oxitocina en el padre y en el propio bebé, los otros actores de este guion.
Más adelante seguiré comentando noticias de este asunto; como decía, este es sólo el primer capítulo.
*Galbally, M., A.J. Lewis, M. van Ijzendoorn & M. Permezal. 2011.The role of oxytocin mother-infant relations: A systematic review of human studies. Harvard Reviews of Psychiatry 19: 1-14.