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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Caídas

Las caídas son una importante fuente de lesiones y daños, incluso de incapacidad, en las personas mayores. Y el miedo a caerse es un factor psicológico importante que se asocia con frecuencia a las propias caídas. Kim Delbaere y su grupo, de la Universidad de Nuevas Gales del Sur en Sydney, Australia, han estudiado en ancianos el riesgo fisiológico, real podemos decir, de caída y el riesgo de caída percibido por la persona, es decir, el miedo a caerse. Han trabajado con 500 hombres y mujeres con una edad de 70 a 90 años. Los voluntarios pasan un completo reconocimiento médico y, por medio de cuestionarios, se cuantifica su riesgo real y su riesgo percibido de sufrir una caída. El equipo de investigación hace un seguimiento de cada voluntario durante un año.

Los resultados permiten a los autores dividir a las personas en cuatro grupos que llaman vigorosos, ansiosos, estoicos y despiertos. Entre las personas con un riesgo fisiológico real bajo de caerse están los vigorosos, el 29% de la muestra, con un miedo a caer bajo y un número real de caídas del 20%. También con un bajo riesgo real están los ansiosos, que son el 11%, con miedo a caer alto, y caen el 39%. Entre los que tienen un riesgo real alto de caerse están los estoicos, el 20%, con un miedo bajo y que caen el 34%, y los despiertos, que son el 40% restante, con un miedo alto y caen el 41%.
En resumen, con riesgo de caída bajo, caen el 20% de los que no tienen miedo y el 39% de los que tienen miedo, y con riesgo de caída alto, caen el 34% de los que tienen poco miedo y el 41% de los que tienen miedo. Es evidente que el miedo ayuda a la caída y esto ocurre, sobre todo, si el riesgo real de caer es bajo.
Quizá una manera de evitar tanto el miedo a caer como la propia caída sea, precisamente, arriesgarse, es decir, pasear. Michelle Voss y sus colegas de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, han encontrado que pasear cambia las conexiones cerebrales lo, a su vez, mejora la plasticidad del cerebro y lleva a un mejor funcionamiento. Trabajan con 65 voluntarios de entre 59 y 80 años, todos sedentarios (“adictos a la televisión” les llaman los autores), que se dividen en un grupo paseante y un grupo que hace ejercicio en el gimnasio. Los autores, con resonancia magnética, estudian, en el cerebro de los voluntarios, lo que se denomina el modo de red en parada (DMN, del inglés Default Mode Network), que es la actividad cerebral general cuando la persona esta distraída, desconectada del mundo que le rodea o, simplemente, soñando despierta. La pérdida de coordinación de la DMN es un síntoma habitual de envejecimiento y, en casos extremos, de enfermedad.
Se estudia la DMN al principio del estudio, a los seis meses y al año y queda demostrado que con pasear a paso normal, el habitual de cada persona, durante 40 minutos tres veces por semana, la conectividad de la DMN, la red de conexiones, mejora respecto de los que hacen ejercicio en el gimnasio, y ambos grupos mejoran respecto de los datos iniciales cuando todos veían la televisión. En fin, el ejercicio mejora el funcionamiento del cerebro y, todavía más, si ese ejercicio se hace en el exterior, simplemente paseando.
*Delbaere, K., J.C.T. Close, H. Brodaty, P. Sachdev & S.R. Lord. 2010. Determinants of disparities between perceived and physiological risk of falling among elderly people: cohort study. British Medical Journal 341: c4165.
*Voss, M.W. y 15 colegas. 2010. Plasticity of brain networks in a randomized intervention trial of exercise training in older adults. Frontiers in Aging Neuroscience 2: doi:10.3389/fnagi.2010.00032

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Por Eduardo Angulo

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