Es un dicho popular aquel que afirma que la ira no es buena consejera pero, quién sabe, pues he leido dos trabajos que parecen contradictorios respecto de la “mala leche”. Por ejemplo, Yoichi Chida y Andrew Steptoe, de la Universidad de Londres, han realizado un meta-análisis (recordad: un análisis conjunto de varios trabajos ya publicados) de 25 estudios sobre la aparición de enfermedad coronaria en personas sanas y de 19 estudios sobre poblaciones que ya tienen enfermedad coronaria y su relación con un carácter iracundo y lleno de hostilidad hacia el prójimo. Los resultados son claros pues la ira y la hostilidad se asocian con la aparición de enfermedad coronaria en sanos (en el 19%) y con un peor pronóstico en los que ya estaban enfermos (sube un 24%). Por cierto, el desarrollo, con la ira y la hostilidad, de la enfermedad en sanos sólo se da en hombres.
O sea, que hay que controlarse, hay que aplicar técnicas psicológicas a pacientes con enfermedad coronaria o que corren el riesgo de padecerla. Pero, por otra parte, Evan Apfelbaum y Samuel Sommers, de la Universidad Tufts de Boston, aseguran que liberarse de un excesivo autocontrol de vez en cuando no viene nada mal. Estudian el comportamiento de 82 universitarios blancos, de 18 a 23 años, antes y después de tener una entrevista con un blanco o un negro, al azar, sobre la política del campus para ser más diverso y promover la presencia de otras razas.
Siempre se ha considerado el autocontrol como una virtud, tal como nos explicaban Chida y Steptoe respecto a las enfermedades del corazón. Sin embargo, Apfelbaum y Sommers opinan que, en determinadas circunstancias, perder un poco de autocontrol puede ser positivo. A los universitarios se les somete a un juego de ordenador que, según como esté programado, cabrea o calma, es decir, hace perder algo de autocontrol o no. Luego llega la entrevista sobre la política del campus: todos son blancos y, sin son entrevistados por negros y como es habitual en Estados Unidos, todos tienen un exquisito autocontrol de lo que dicen y de cómo lo dicen. Bueno, pues los que vienen algo cabreados del juego de ordenador disfrutan más de la entrevista, tienen una conducta más natural, son más directos y auténticos en la conversación e, incluso, demuestran menos prejuicios respecto al entrevistador negro respecto de los entrevistados blancos con todo su autocontrol.
En fin, controlen por temor a las dolencias cardíacas, pero no demasiado o acabarán muy estresados y eso, está claro, ni es bueno ni es agradable.
*Apfelbaum, E.P. & S.R. Sommers. 2009. Liberating effects of losing executive control. Psychological Science 20: 139-143.
*Chida, Y. & A. Steptoe. 2009. The association of anger and hostility with future coronary heart disease: A meta-analytic review of prospective evidence. Journal of the American College of Cardiology 53: 936-946.