Es lo habitual en las zonas urbanas. El tráfico, la estrechez de las calles, al abrigo del viento, todo ello lleva a la acumulación de gases nocivos, la mayoría procedentes tráfico rodado, que son peligrosos para la salud humana. Hay muchos datos sobre contaminación atmosférica en las ciudades. Sin embargo, en muy pocos casos se ha estudiado el movimiento de esos gases en detalle. En 2002, se puso en marcha en Londres el proyecto DAPPLE (Dispersion of Air Pollution and Penetration into the Local Environment); en la campaña de 2004 se estudió, por medio de seis puntos de muestreo fijos, el flujo de monóxido de carbono (CO) en el cruce entre Marylebone Road, una avenida de 6 carriles y dos direcciones, y su perpendicular Gloucester Place, de tres carriles y dirección única. El edificio más alto del cruce alcanza los 34 metros. Este trabajo se acaba de publicar, dirigido por Alison Tomlin, de la Universidad de Leeds. En las conclusiones es evidente que la concentracion de CO cambia según la dirección del viento, los atascos del tráfico y la altura de los edificios que conforman el cruce. La concentración se acumula en la acera de la calle que está al abrigo de la dirección del viento a la altura de los tejados de los edificios. Y, además, la concentración de CO es hasta cuatro veces más baja en las calles paralelas a la calle principal, en este caso, Marylebone Road.
En resumen, y teniendo estas conclusiones en cuenta, sólo hay que saber la dirección del viento para saber por qué acera hay que pasear en una vía con mucho tráfico. Aunque también está claro que lo mejor es hacerlo por la calle paralela a la principal. Ya saben, si pasean por la ciudad, a chuparse el dedo, detectar la dirección del viento y, a continuación, correr a una calle peatonal.
Pero no crean que esto de la contaminación atmosférica es cosa sencilla; de vez en cuando, como ya conocen en este blog, aparece algún grupo de investigadores y, por medio de la estadística, consigue relacionar procesos que parecen lejanos. En este caso se trata de Gilaad Kaplan y sus colegas, de la Universidad de Calgary, en Canadá. La apendicitis aparece en la literatura médica en 1886. Se supone que se produce por la infección del contenido del apéndice cuando se obtura su comunicación con el intestino. Pero quedan sin explicar las variaciones de su incidencia por multitud de variables: edad, sexo, etnia, historia familiar, estacionalidad… y sobre todo por qué se extendió con fuerza en el siglo XIX y primera mitad del XX y decreció en la segunda mitad y finales del pasado siglo. Según Kaplan, este descenso coincide con la aparición de la legislación contra la contaminación atmosférica. Para demostrar su hipótesis estudian el historial médico de 5191 enfermos de apendicitis ingresados, en Calgary, entre el 1 de abril de 1999 y el 31 de diciembre de 2006.
Los resultados indican el aumento de la incidencia de apendicitis después de cortos periodos de subida de las concentraciones de gases contaminantes: el aumento del ozono durante cinco días sube la incidencia de la apendicitis hasta en un 14%; en verano (julio y agosto) sube el ozono y sube la apendicitis un 32%, sube el dióxido de azufre y la infección un 30%, con el monóxido de carbono un 35% y con materias particuladas en el aire un 20%. Curiosamente esto se da en hombres pero no en mujeres. En fin, ni el mismo doctor Kaplan se expica estos resultados. Sugiere que, quizá, la contaminación provoca una inflamación que puede llevar a la infección del apéndice ¿por qué del apéndice?); y la diferencia entre hombres y mujeres la explica porque, según su opinión, los hombres trabajan más a menudo al aire libre. En fin, todo muy raro y queda mucho estudio por delante.
*Kaplan, G., E. Dixon, R. Panaccione, A. Fong, L. Chen, M. Szyszkowicz, A. Wheeler, A. MacLean, W.D. Buie, T. Leung, S.J. Heitman & P.J. Villeneuve. 2009. Effect of ambient air pollution on the incidence of appendicitis. Canadian Medical Association Journal DOI:10.1503/cmaj.082068
*Tomlin, A.S., R.J. Smalley, J.E. Tate, J.F. Barlow, S.E. Belcher, S.J. Arnold, A. Dobre & A. Robins. 2009. A field study of factors influencing the concentrations of a traffic-related pollutant in the vicinity of a complex urban junction. Atmospheric Environment 43: 5027-5037.