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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Obesidad (IV)

La obesidad es dura para los adolescentes y, en el mundo en que vivimos, el Primer Mundo, también para los adultos. En un estudio, publicado por Brenda Lohman y sus colaboradores, con 1011 adolescentes de 10 a 15 años pertenecientes a familias de ingresos muy bajos, se demuestra que el 47% tienen sobrepeso o son obesos y que, si están sometidos a estrés, el porcentaje aumenta hasta el 56,2. Los cinco factores medidos para detectar el estrés son: problemas en los estudios, consumo de drogas o alcohol, depresión o problemas de salud mental, conducta agresiva y falta de perspectivas de futuro. Si aparecen juntos cuatro de estos indicadores, la obesidad alcanza a más de la mitad de los jóvenes.

Como tantas veces pasa en los estudios estadísticos, esta relación entre obesidad y estrés también se puede estudiar al revés, es decir, demostrar que la obesidad influye en la autoestima y el desarrollo intelectual de los jóvenes. F. Wang y Paul Veugelers, de la Universidad de Alberta en Edmonton, Canadá, han estudiado la relación entre peso, rendimiento académico y autoestima en 4945 estudiantes de grado. En primer lugar, los estudiantes con buenas notas tienen alta autoestima, y si hay poca confianza en sí mismos afecta su aprendizaje. Así, el peso no afecta al rendimiento académico, y la autoestima no afecta ni al peso ni al rendimiento académico. El peso afecta a la autoestima pero tener baja autoestima no lleva obligatoriamente a la obesidad. Los estudiantes obesos, respecto a los delgados, son propensos a la autoestima baja, y los de buenas notas, con respecto a los de malas notas, son menos propensos a la autoestima baja. En resumen, de todo este trabalenguas estadístico saquen en claro que ser obeso disminuye, a menudo, la autoestima.

También es cierto que esta autoestima se basa, en gran parte, en la opinión que los demás demuestran sobre nosotros, y Martin Tovée y su grupo, de la Universidad de Newcastle, ya demostraron que nuestra opinión sobre el peso de los demás depende, en gran parte, de nuestro propio peso y de la imagen que tenemos de nosotros mismos. En fin, que somos más indulgentes con quienes se parecen más a nosotros. Tovée lo demostró después de estudiar la opinión sobre sí mismas y sobre las demás participantes en el estudio, de 31 anoréxicas, 30 bulímicas y 143 mujeres control.

Es más, incluso podemos ser más indulgentes con nosotros mismos, a los obesos me refiero, pues el serlo no es sólo culpa nuestra, como nos han hecho creer y sufrir durante años. O, por lo menos, parece que esta absolución se comienza a vislumbrar entre multitud de estudios acusadores. Por ejemplo, Nathaniel Watson y su equipo, de la Universidad de Washington en Seattle, han encontrado, en un estudio con 1797 gemelos, que aquellos que duermen entre 7 y 8,9 horas cada noche son más delgados que los que duermen más o menos horas. es decir, son las horas de sueño las culpables de la obesidad y no nuestra ingesta calórica diaria, o sea, lo que comemos.

Y es más, de nuevo, quizá sea nuestro propio sistema inmune, como argumentan A. Martí y sus colegas, de la Universidad de Navarra, pues existe una relación entre las células de este sistema y los adipocitos que son las células en las que almacenamos la grasa, y que tan alegremente nos extirpamos con la liposucción. Aunque, quizá y por lo que hasta ahora sabemos, parece que existe más influencia negativa de la obesidad sobre el sistema inmune que al contrario. Pero, obcecándonos un poco, también podemos echar la culpa al sistema inmune antes que a nuestra ingesta calórica.

Y, por fin, la excusa perfecta, la que nos exonera de cualquier culpa de nuestra obesidad que, además, no es una excusa sino dos: son virus y son bacterias quienes provocan nuestra ganancia de peso. Por ejemplo, A. Vasilakopoulou y C.W. le Roux, del Colegio Imperial de Londres, revisan lo publicado hasta el momento y concluyen que, entre los virus, son los adenovirus los candidatos mejor colocados para ser quienes provocan la obesidad. Por otra parte, es el doctor Max Goodson y su grupo, del Instituto Forsyth, de Boston, quienes encuentran que la población bacteriana, aislada de la boca de 313 mujeres, es diferente en las obesas que en las que tienen menos peso. Después de aislar las bacterias de estas poblaciones, llegan a la conclusión de que es la bacteria Selenomonas noxia, con niveles superiores al 1,05% de la población bacteriana, la que parece responsable de la obesidad.

Como dicen Vasilakopoulou y le Roux, la obesidad se considera un problema derivado de un determinado estilo de vida, pero lo mismo se pensaba de las úlceras de estómago antes de descubrirse la bacteria Helicobacter pylori. Y se preguntan por qué no puede ocurrir lo mismo con la obesidad. Proponen que es una enfermedad provocada por bacterias o virus o ambos a la vez, no por el estilo de vida de los obesos. Es la excusa perfecta. Mediten sobre ello. Y piensen desde ya en qué reconvertir toda la industria farmaceútica, parafarmaceútica, gimnástica y deportiva que se basa en la obesidad culpable de los obesos.

*Goodson, J.M., D. Groppo, S. Halem & E. Carpino. 2009. Is obesity an oral bacterial disease? Journal of Dental Research 88: 519-523.

*Lohman, B.J., S. Stewart, C. Gundersen, S. Garasky & J.C. Eisenmann. 2009. Adolescent overweight and obesity: Links to food insecurity and individual, maternal, and family stressors. Journal of Adolescent Health DOI:10.1016/j.jadohealth.2009.01.003

*Martí, A., A. Marcos & J.A. Martínez. 2001. Obesity and immune function relationships. Obesity Reviews 2: 131-140.

*Tovée, M.J., J.L. Emery & E.M. Cohen-Tovée. 2000. The estimation of body mass index and physical attractiveness is dependent on the observer’s own body mass index. Proceedings of the Royal Society London B 267: 1987-1997.

*Vasilakopoulou, A. & C.W. le Roux. 2007. Could a virus contribute to weight gain? International Journal of Obesity 31: 1350-1356.

*Wang, F. & P. Veugelers. 2008. Self-esteem and cognitive development in the era of the childhood obesity epidemic. Obesity Reviews 9: 615-623.

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