Ciencia y religión parece que se ocupan de asuntos diferentes. Jesse Preston y Nicholas Epley, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, escriben que, mientras la ciencia se dedica al conocimiento de los sistemas físicos, la religión trata de asuntos más intangibles como el espíritu y la moral. Algunos científicos consideran que ambos sistemas de creencias son compatibles pero otros, en cambio, son más escépticos y aseguran que ambas ideologías son incompatibles, y que aceptar una de ellas socava la creencia en la otra. Aunque ciencia y religión no entren en conflicto, siempre hay tensión entre ellas cuando se intenta explicar cuestiones importantes como, por ejemplo, el origen del universo o el origen de la vida o, como ocurre en la actualidad, la evolución y su hipótesis contraria, el diseño inteligente.
Preston y Epley plantean un experimento para conocer si la ideas de Dios y ciencia se oponen y, si se puede decir así, ocupan el mismo lugar en nuestra mente de manera que si hay mucha ciencia hay poco Dios, y viceversa. Para ello, con 129 voluntarios, estudian sus creencias en relación con el principio del universo y el origen de la vida sobre la Tierra. En los resultados es evidente que a mayor creencia en Dios, menos confianza en las explicaciones científicas y, por el contrario, a menos Dios, más aceptación de la ciencia. Según los autores, esta actitud es en gran parte inconsciente e independiente de las creencias religiosas de los individuos que participaron en el experimento. Quizá, en general, muchos individuos utilizan la ciencia para explicar su mundo, y donde la ciencia no alcanza, recurren a Dios; así, ciencia y religión tienen su propio espacio. Es en la frontera, como es lógico, donde aparecen los problemas.
Sin embargo, esta relación entre ciencia y religión puede presentar otros aspectos no muy conocidos hasta el momento. Por ejemplo, Richard Lynn y su grupo, de la Universidad del Ulster en Coleraine, demuestran, después de revisar los datos de 137 países, que hay una relación negativa entre el cociente de inteligencia de la población de un país y su creencia en Dios: a más cociente de inteligencia, más ateísmo; a menos cociente de inteligencia, menos ateísmo (por curiosidad, en España, el cociente es de 98 y el porcentaje que no cree en Dios es de 15). Los autores no encuentran explicación a este hecho o, mejor, encuentran varias pero no destacan una sobre otra. Todas ellas son del tipo de que, gracias a la ciencia y la tecnología, conocemos y dominamos mejor nuestro entorno, y por ello, necesitamos menos explicaciones sobrenaturales.
Esto puede crear un conflicto grave en la vida de muchas personas, pero siempre habrá científicos al tanto que propondrán soluciones. Así, Bruce Charlton, Editor Jefe de la revista Medical Hypotheses, en una editorial publicada en 2008, proponía aplicar la ingeniería genética para promover la mejora espiritual y religiosa de las personas. Si ya se aplican estas técnicas a las mejoras en el ganado, en los cultivos o a la cura de enfermedades, por qué no aplicarlas también a las conductas relacionadas con la religión y la creencia en Dios. Por ejemplo, para aceptar mejor la revelación y la fe, o, en los animistas, para reconocer el árbol extraordinario, el animal sagrado, o el paisaje placentero como obras de Dios. Se podría incluso mejorar y extender el altruísmo, la moral y la ética, o los comportamientos pacíficos. Charlton tiene la esperanza de que la ingeniería genética proporcione alivio a aquellos que buscan, o necesitan, experiencias espirituales o religiosas y alcanzar el modo de vida al que aspiran.
*Charlton, B.G. 2008. Genospirituality: Genetic engineering for apiritual and religious enhancement. Medical Hypotheses 71: 825-828.
*Lynn, R., J. Harvey & H. Nyborg. 2009. Average intelligence predicts atheism rates across 137 nations. Intelligence 37: 11-15.
*Preston, J. & N. Epley. 2009. Science and God: An automatic opposition between ultimate explanations. Journal of Experimental Social Psychology 45: 238-241.