Según el Diccionario de la Academia, la definición está clarísima: Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra. Justin Park y su grupo, de la Universidad de Groningen, en Holanda, en la introducción de su artículo sobre los celos, nos cuentan que son una reacción psicológca que ha evolucionado para dar respuestas diferentes en hombres y mujeres. Los sentimientos celosos aparecen, por lo menos en parte, por un proceso de comparación social en el que los individuos celosos comparan sus características con las del rival y, cuando creen que está por encima de ellos, se convierte en un peligro para su relación y, entonces, aparecen los celos. Como hombre y mujer valoran diferentes características en el otro sexo, pues también valoran diferentes características en los rivales. En general, la mujer prefiere hombres con estatus social alto que, presumiblemente deriva, desde el punto de vista evolutivo, de la necesidad de que los hombres se comprometan en la crianza de los hijos. Por el contrario, los hombres prefieren parejas con atractivo físico como indicador de buena salud y de gran fertilidad. Por tanto, los hombres se sentirán celosos de otros hombres con alto estatus y las mujeres se sentirán celosas de otras mujeres atractivas. O sea, que los hombres con estatus dan celos a los que creen tener menos estatus, y las mujeres atractivas dan celos a las que se consideran menos atractivas.
Según nos cuenta Achim Schützwohl, de la Universidad Brunel de Uxbridge, en Inglaterra, otra diferencia entre sexos es que las mujeres dirigen sus celos más hacia su rival que hacia su pareja y, más todavía, si se refieren a una infidelidad de las llamadas primarias: sentimental en el hombre y sexual entre las mujeres. Además, y según este investigador, los celos son atenuados por cómo funciona la relación de pareja pero, también, por la propia infidelidad, si existe, del celoso.
Volvamos con el grupo de Justin Park a ver si aclaramos algo más este asunto. En un artículo firmado en primer lugar por Abraham Buunk, este grupo trata de dilucidar si la altura tiene algo que ver con los celos. Y no lo plantean gratuitamente; después de todo, hemos visto que los hombres con estatus y las mujeres atractivas son los preferidos y, por tanto, los hombres altos y las mujeres atractivas (con altura media pero curvilineares, aprovechando la terminología estadística de este trabajo) deberían ser menos celosos. Y así es, los hombres altos y las mujeres curvilineares de altura se declaran menos celosos. Pero los hombres altos se declaran celosos de aquellos más altos, más guapos y más ricos. Y las mujeres igual: se declaran celosas de mujeres más bellas, de mayor estatus y, curiosamente, de las que tienen más características “masculinas”.
Hace tiempo, escribí un par de entradas sobre los dedos y el cociente entre el pulgar y el anular (2D:4D), y su significado en muchos aspectos de nuestra conducta. Este cociente es más bajo en los hombres que en las mujeres; es decir, en los hombres, el pulgar es menor que el anular, y viceversa en las mujeres. Se supone que esta diferencia viene dada, en los hombres, por la exposición a testosterona en el desarrollo embrionario. Justin Park y sus colegas, en el artículo que mencioné al principio, estudia, con 71 mujeres y 52 hombres, si existe relación entre dedos y celos. LOs hombres con un cociente alto, más femenino, son más celosos de los rivales dominantes; las mujeres con cociente bajo, más masculino, son más celosas de rivales más atractivas. Según los autores, todo esto demuestra que la testosterona fetal afecta a los celos en adultos. Nada menos.
*Buum, A.P., J.H. Park, R. Zurriaga, L. Klavina & K. Massar. 2008. Height predicts jealousy differently for men and women. Evolution and Human Behavior 29: 133-139.
*Park, J.H., M.B. Wieling, A.P. Buunk & K. Massar. 2008. Sex-specific relationship between digit ratio (2D:4D) and romantic jealousy. Personality and Individual Differences 44: 1039-1045.
*Schützwohl, A. 2008. The intentional object of romantic jealousy. Evolution and Human Behavior 29: 92-99.