Fue Walter Kennedy, en 1961, el primero en usar el término “nocebo” como contrario a placebo. Años antes, Walter Cannon, de la Universidad de Harvard, había usado el término “muerte vudú” (voodoo death), cuando estudió la súbita muerte de muchas personas cuando eran amenazadas o “embrujadas” por los hechiceros o las brujas de la tribu. Documentó los sucesos que pudo recoger de la bibliografía publicada y llegó a la conclusión de que la simple sugestión, en un ambiente apropiado y con creencias firmes en el poder del brujo, era la que provocaba el terror y llevaba hasta la muerte. Es decir, era un placebo al revés. Walter Kennedy, como decía antes, fue el primero en utilizar el término “nocebo”.
Robert Hahn, del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, a partir de los trabajos publicados durante varios años, definió nocebo con más precisión: El efecto nocebo es la causa de enfermedad (o muerte) cuando se espera enfermedad (o muerte) y se da el estado emocional asociado. Hay una forma específica de nocebo: el paciente espera que algo salga mal y, en consecuencia, algo sale mal. Por ejemplo, un paciente espera morir en una operación quirúrgica, y muere, y no por causa de la cirugía en sí misma. También hay un nocebo genérico: el paciente tiene unas expectativas vagamente pesimistas, y sus expectativas se cumplen en términos de síntomas, enfermedad o muerte, ninguna de ellas específicamente esperada. En ambos tipos de nocebo, la expectación tiene el papel de causa.
Aproximadamente del 20 al 30% de los pacientes que reciben un placebo en un experimento controlado, sufren efectos suaves de nocebo: edemas, dolor, diarrea, náuseas, palpitaciones, urticaria y picores. De todas formas, el porcentaje de sujetos que son sensibles al nocebo varía considerablemente. Como nos relata Paul Arnstein, del Colegio de Boston, en Chestnut Hill, si se aplica una corriente eléctrica inexistente al cuero cabelludo produce dolor de cabeza en el 70% de los pacientes.
Otros sujetos sufren consecuencias más graves, como mareos, depresión, insonmio, somnolencia, vómitos, entumecimiento y adicción. Incluso hay pacientes que convierten los síntomas del nocebo de permanentes y consideran que los va a sufrir toda su vida. O a la muerte: en el Estudio Framinsham, las mujeres que esperaban morir de un ataque al corazón presentaban esta causa de muerte cuatro veces más que quienes no lo creían.
Tanto Arnstein como Hahn en el trabajo anterior, consideran que el tratamiento que den los medios de comunicación a las enfermedades y a sus síntomas y consecuencias es esencial para que, en un mundo tan informado en temas de salud como el nuestro, los efectos nocebo no se extiendan de manera catastrófica.
Y sobre los mecanismos fisiológicos del nocebo, los primeros estudios, de Jian Kong y su grupo, del Hospital General de Massachusetts, parecen unbicar, dentro del cerebro, las respuestas en la zona que recibe y regula el dolor. Pero queda mucho por saber.
*Arnstein, P. 2003. The placebo effect. Seminars in Integrative Medicine 1: 125-135.
*Cannon, W.B. 1942. “Voodoo death”. American Anthropologist 44: 169-181.
*Hahn, R.A. 1997. The nocebo phenomenon: Concept, evidence, and implications for public health. Preventive Medicine 26: 607-611.
*Kong, J., R.L. Gollub, G. Polich, I. Kirsch, P. LaViolette, M. Vangel, B. Rosen & T.J. Kaptchuk. 2008. A functional magnetic resonance imaging study on the neural mechanisms of hyperalgesic nocebo effect. Journal of Neuroscience 28: 13354-13362.
*Sternberg, E.M. 2002. Walter B. Cannon and “Voodoo Death”: A perspective from 60 years on. American Journal of Public Health 92: 1564-1566.