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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Más procrastinación

Hacer o dejar para más tarde; como vimos en el post anterior, diferir o retrasar es procrastinar. Sin embargo, a veces, es bueno procrastinar a pesar de la presión a hacer algo que nuestra cultura nos obliga a resolver con rapidez. Dolores Albarracín y su grupo, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, han demostrado que hay palabras que nos lanzan a la acción y otras que nos detienen; por ejemplo, “motivación” o “adelante” para el primer caso, y “alto” o “parada” para el segundo. Y estas palabras nos pueden llevar a realizar diversas tareas: comer, beber, dibujar,… Para los autores, las palabras que llevan a la acción terminan en una conducta apropiada al entorno en que se dan: decir “adelante” en la cocina lleva a comer, beber, cocinar, fregar o cualquier otra tarea habitual en ese lugar; en cambio, “adelante” en una sala de estudio lleva a leer, escribir, dibujar, etcétera. Por tanto, el hacer o no una tarea empujado por la palabra y el entorno no es algo unidireccional; lo mejor es detenerse un momento y meditar sobre lo que vamos a hacer, es decir, procrastinar un rato, y luego iniciar la tarea adecuada, no vaya a ser que escribamos en la cocina y freguemos en la biblioteca.

Pero esto de dudar y procrastinar, si la especie humana lo hace, es porque alguna ventaja evolutiva tendrá. Es lo que Sharoni Shafir y su equipo, de la Universidad Hebrea de Jerusalén en Rehovot, intentan averiguar con sus experimentos. Por ejemplo, ¿por qué la mayoría de los conductores, al ponerse el semáforo en ámbar, aceleran confiando en que los que esperan en la calle perpendicular siguen teniéndolo en rojo y no van a arrancar? ¿No sería mejor parar y esperar a ver qué pasa antes de arriesgarse? Está claro que la respuesta viene de la experiencia (sabemos, porque lo hemos aprendido, que el otro semáforo todavía no está en verde) y no de la personalidad del conductor; por ello, pocos conductores paran ante un semáforo en ámbar. En resumen, a la especie humana, evolutivamente, le gusta el riesgo basado en la experiencia.

Pero Shafir y su grupo dan un paso más: en nuestro mundo moderno hay peligros que no existían para nuestros antepasados y, quizá, todavía no hemos tenido tiempo de esquivarlos desde el punto de vista genético. Por ejemplo, podemos evitar el ataque de una víbora, pegando un salto, incluso si sólo la vislumbramos por el rabillo del ojo, o evitar el ataque de un perro (o un lobo) en cuanto gruñe y nos enseña los dientes. Pero, quizá, todavía no hemos aprendido a manejar con la misma eficacia los cambios de los semáforos. Es decir, tomamos las decisiones como especie animal que somos pero es posible que esas decisiones no sean totalmente eficaces en el mundo moderno. Por si acaso, no estaría mal que procrastinasemos de vez en cuando.

Además, varios trabajos recientes parecen demostrar que nuestra mente toma, sin ser consciente de ello (es decir, cuando procrastina, o echa la siesta), la decisión más adecuada en muchos de los asuntos que se nos presentan en nuestra vida. Cuando nos enfrentamos a una decisión difícil, intentamos tomar el camino más adecuado, sondeamos todas las acciones posibles, hacemos listas de pros y contras e, incluso, todo ello supone muchas noches sin dormir. Y, sin embargo, a veces, la solución aparece cuando menos lo esperamos. Así lo afirma Jeffrey Beck y su grupo, de la Universidad de Rochester, en Nueva York. Incluso Chen-Bo Zhong, de la Universidad de Toronto, en Canadá, afirma que para problemas especialmente complejos, la manera de pensar inconsciente, que es no lineal y no es analítica, es la mejor. Sin embargo, John Payne y sus colegas, de la Universidad Duke, de Durham, en Estados Unidos, afirman que el inconsciente sólo funciona a veces y un poco a su capricho y que es mejor meditar conscientemente y con todos los elementos del problema ante nosotros. Como ven, procrastinar está bien a veces, sobre todo cuando el problema es difícil y complejo, pero no siempre funciona y, a menudo, es mejor pensar despiertos que intentar intuir dormidos.

Sin embargo, hay una actividad en que está demostrado que lo mejor es no hacer nada y es, curiosamente, en el fútbol. Michael Bar-Eli y sus colaboradores, de la Universidad Ben-Gurion del Negev, en Beer Sheva, Israel, han demostrado que en los lanzamientos de penaltíes lo mejor es que el portero procrastine, es decir, que espere quieto en el centro de la portería y así tendrá un 33,3% de probabilidades de pararlo. Si se lanza a la izquierda, tiene un 14,2 %, y a la derecha, un 12,6%. Y, a pesar de todo, sólo un 6,3% de los porteros de fútbol profesionales se mantienen inmóviles en los lanzamientos de penaltíes. Como ven, a veces hay que procrastinar, aunque sólo sea unos segundos.

*Albarracín, D., I.M. Handley, K. Noguchi, K.C. Mcculloch, H. Li, J. Leeper, R.D. Brown, A. Earl & W.P. Hart. 2008. Increasing and decreasing motor and cognitive output: A model of general action and inaction goals. Journal of Personality and Social Psychology 95: 510-523.

*Bar-Eli, M., O.H. Azar, I. Ritov, Y. Keidar-Levin & G. Schein. 2007. Action bias among elite soccer goalkeepers: The case of penalty kicks. Journal of Economic Psychology 28: 606-621.

*Beck, J.M., W.J. Ma, R. Kiani, T. Hanks, A.K. Churchland, J. Roitman, M.N. Shadlen, P.E. Latham & A. Pouget. 2008. Propabilistic population codes for bayesian decision making. Neuron 60: 1142-1152.

*Payne, J.W., A. Samper, J.R. Bettman & M.F. Luce. 2008. Boundary conditions on unconscious thought in complex decision making. Psychological Science 19: 1118-1123.

*Shafir, S., T. Reich, E. Tsur, I. Erev & A. Lotem. 2008. Perceptual accuracy and conflicting effects of certainty on risk-taking behaviour. Nature 453: 917-921.

*Zhong, C.-B., A. Dijksterhuis & A.D. Galinsky. 2008. The merits of unconscious thought in creativity. Psychological Science 19: 912-918.

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