Lloramos con el dolor y con el amor, con la tristeza y con la alegría, lloramos por nosotros o por otros, con depresión y de entusiasmo, si mueren o si están tristes aquellos que amamos (“les damos nuestra agua”, como dice Frank Herbert en Dune), lloramos por un libro, una película, un cuadro o una canción, cuando gana el Athletic y también cuando pierde; si uno lo piensa despacio, parece que lloramos por todo y por siempre. Y no hay que olvidar que hay más de un tipo de lloro: fuerte y potente, de dolor o de rabia; suave y triste ante una gran pérdida; o, incluso, el lloro sin lágrimas, de olvido y desesperación.
Carlos Belmonte y su grupo, del Instituto de Neurociencias del CSIC y de
Este es, por tanto, el mecanismo fisiológico de las lágrimas, pero todos somos conscientes de que lloramos, como hemos visto antes, por muchas otras causas, además de la bajada de temperatura en el globo ocular. Llorar es una manera, exclusivamente humana, de expresar emociones. Lloramos desde que nacemos con un azote en el culo y un obligado primer lloro; así respiramos, llorando. Si lo contamos, como hacen los expertos, las mujeres lloran como media de dos a cinco veces al mes y los hombres una vez como mucho.
Ad Vingerhoets y Lauren Bylsma, de
En cuanto a la primera cuestión, si llorar consuela y ayuda a la recuperación, en una encuesta en 37 países, después de llorar, el 51.4% de los voluntarios se siente emocionalmente mejor, al 38.3% le da igual, y el 9.7% se siente incluso peor. Y si hablamos de recuperación física, el 27% mejora, el 56.4% está igual, y el 15.6% está peor. Demasiada dispersión de resultados; da una idea general bastante parecida, pero se deduce que hay grupos de personas que no reaccionan con el lloro de la misma manera en lo emocional y en lo físico. También es cierto que en una encuesta así planteada es difícil discernir qué recordamos de aquella situación, quizá hace algún tiempo, en qué lloramos y por qué lo hicimos y cómo nos sentimos después e, incluso, cómo reaccionaron los demás ante nuestro lloro. Por ejemplo, una situación concreta nos puede provocar las lágrimas en una película y en la vida real, pero el final del episodio es diferente: en la película, el lloro termina con el The End, pero en la vida real hay personas a nuestro alrededor que interaccionan con nosotros y pueden modificar el final del episodio. Los que reciben ayuda, en general, se sienten mejor al acabar las lágrimas.
Sin embargo, como cuentan Vingerhoets y Bylsma, los lloros tienen extrañas influencias en nuestro cuerpo. Así, las personas alérgicas al látex ven cómo disminuyen los síntomas si lloran al ver una película. Y los que, con la misma película, no lloran siguen tan alérgicos como antes. Algo parecido ocurre con el asma y la artritis reumatoide.
Es indiscutible que el niño llora porque no está a gusto. Quizá le duele algo o tiene hambre o sueño. El lloro, aquí, es un mensaje. Sin embargo, si intentamos averiguar si los adultos transmiten el mismo mensaje veremos que los resultados no son tan claros. Por ejemplo, la relación entre lágrimas y enfermedad no es evidente; y no hablo de dolor, sino de enfermedad crónica. Quizá, según algunos expertos, con la depresión. Poco se ha investigado sobre el mensaje que transmiten las lágrimas. Hemos visto que las causas son muchas y variadas y, por ello, el mensaje puede ser confuso y ambiguo. Está claro que es aviso de dolor y de indisposición, pero poco más se puede decir. Falta mucho trabajo por hacer.
Incluso las reacciones físicas y emocionales de los que lloran son imprevisibles: El grupo de Vingerhoets y Bylsma publicó un trabajo en 2008 en el que, después de estudiar más de 3000 lloros tanto en el laboratorio como en la calle, describían el comportamiento errático del lloroso: pueden presentar síntomas de calma como una respiración lenta, casi de meditación, o una excitación incontrolada con aumento del ritmo cardíaco y sudoración. En general, la calma gana a la excitación y, con ello, la sensación final es de bienestar. Por ello, como vimos en las encuestas, hay muchos que aseguran que llorar mejora el ánimo.
*Parra, A. y nueve colaboradores. 2010. Ocular surface wetness is regulated by TRPM8-dependent cold thermoreceptors of the cornea. Nature Medicine doi:10.1038/nm.2264
*Rottenburg, J., L.M. Bylsma & A.J.J.M. Vingerhoets. 2008. Is crying beneficial? Current Directions in Psychological Science 17: 400-404.
*Vingerhoets, A. & L. Bylsma. 2007. Crying and health: Popular and scientific conceptions. Psychological Topics 16: 275-296.
*Vingerhoets, A. & L. Bylsma. 2007. Crying as a multifaceted health psychology conceptualisation: crying as coping, risk factor, and sympton. European Health Psychologist 9: 68-74.