Cada uno de nosotros llevamos encima según pasa el tiempo cada vez más como un peso, los años, nuestra edad objetiva, nuestro DNI que no perdona y solo cambia para aumentar. Pero, como afirman Dana Kotter-Grühn y sus colegas, de la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, también es importante, esencial incluso, nuestra edad subjetiva, la que sentimos que tenemos. Es el componente central en la percepción que tenemos de cada uno de nosotros, de nuestra edad y de lo viejos que podemos llegar a sentirnos. Es decir, está la edad que cada uno tiene y está la edad que cada uno cree que tiene que, además, tiende a pensar que es la que los demás le atribuyen.
Además, la edad subjetiva se relaciona con el bienestar, la salud y, en último término, con la longevidad. Pero sabemos poco sobre esa edad subjetiva, la edad que sentimos, y sobre sus cambios a corto plazo, cada día o, quizá, hasta cada hora, con variaciones que dependen de circunstancias de la vida diaria que influyen en como nos sentimos, más jóvenes o más ancianos.
El grupo de Kotter-Grühn investiga si la edad sentida cambia cada día en personas de edad, los cambios diarios en la salud, el estrés o los afectos, y, finalmente, si los cambios en la edad subjetiva y en la salud, el estrés o los afectos siguen una secuencia temporal, o sea, si unos cambios provocan otros, o viceversa.
Trabajan con 43 voluntarios, entre ellos 39 mujeres, de 60 a 96 años, y una edad media de 74.6 años. Durante nueve día y al final del día contestan cada jornada a varios cuestionarios sobre sus datos personales, la edad que sienten, su salud, el estrés y los afectos. Al final, los investigadores tienen 337 cuestionarios a evaluar.
Cuando los problemas de salud, el estrés o los afectos negativos superan la media de todo el grupo, los voluntarios se sienten más viejos. Cuando estos factores negativos están por debajo de la media, se sienten hasta 15 años más jóvenes de media y, por el contrario, si los factores negativos exceden la media, se sienten solo 13 años más jóvenes; pierden hasta dos años de edad subjetiva. Más en concreto, los malos sentimientos bajan la cifra de años menos de 14.9 a 12.5 años. O sentir dolor baja la edad subjetiva de 14.7 años menos a 13.1 años menos.
Y, como ven, los ancianos siempre se sienten más jóvenes y lo que ocurre es que, si las cosas van mal, sienten algunos años, un par de ellos, más viejos. Los autores no consiguen establecer una secuencia temporal y sentirse mal un día no implica que al día siguiente se sentirá uno más viejo o, al contrario, sentirse uno más viejo un día no supone que al día siguiente su salud sea peor.
*Kotter. Grühn, D., S.D. Neupert & Y. Stephan. 2015. Feeling old today? Daily health, stressors, and affect explain day-to-day variability in subjective age. Psychology & Health 30: 1470-1485.