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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Vitamina D

Ya saben, seguro que lo han oído, la OMS, la Agencia Internacional del Cáncer, los gobiernos, otras instituciones e innumerables expertos relacionados con la salud recomiendan no tomar el sol o, mejor, no tomar mucho el sol. Hay que permanecer a la sombra a mediodía, cubrirse todo el cuerpo y usar todos los días protección solar. Siempre se añade un pequeño recordatorio de que el sol sobre la piel, en realidad su componente de rayos ultravioleta, promueve la síntesis de vitamina D aunque, por otra parte, la dosis necesaria se puede conseguir  en la dieta y de suplementos alimenticios.

Sin embargo, Carole Baggerly y sus colegas, de la Universidad de California en San Diego, afirman que nuestra especie ha evolucionado con la luz del sol presente, que tenemos una larga historia cultural de aprecio al sol y de utilizarlo para curar dolencias o, por lo menos, de hacer que nos sintamos a gusto. La exposición al sol nos protege de varios tipos de cáncer (colon, mama, páncreas,…), de la diabetes tipo I, esclerosis múltiple, hipertensión, esquizofrenia, artritis reumatoide,… Y, como decía, induce la síntesis de vitamina D. Además, aumenta el espesor y pigmentación de la piel y así evita quemaduras pues impide la acción de los perjudiciales rayos ultravioleta A de la luz del sol (UVA), a la vez que permite el paso de los benéficos UVB.

Si vamos al origen de nuestra especie y su conducta, podemos recordar que las tribus Masai y Hadza, del África central, de la zona geográfica en que apareció Homo y, seguramente, tienen una conducta parecida respecto a la exposición al sol, tienen en la sangre una concentración en la sangre de 46 nanogramos por mililitro que podemos considerar, como hipótesis, una concentración normal y típica en nuestra especie.

Si vemos con más detalle algunos de los beneficios de la exposición al sol, está la caída de 5 milímetros de mercurio en la tensión sanguínea, lo que supone la bajada de un 34% del riesgo de derrame cerebral. O el aumento de endorfinas que es la causa de que nos sintamos bien cuando estamos al sol. Además, el sol controla la secreción de melatonina y serotonina que, a su vez, dirigen nuestro ritmo fisiológico de 24 horas, nuestro ritmo circadiano.

Los cálculos de los autores confirman, después de revisar varios estudios, que la concentración en sangre de vitamina D ideal para una salud óptima está en 48 nanogramos por mililitro, cercana a la que vimos en los Masai y los Hadza. Esta concentración evitaría muchas enfermedades y muertes. En Estados Unidos, de las 30 causas de muerte más importantes en 2010, 19 tienen que ver con carencias de vitamina D. Llegar a los 40 nanogramos por mililitro evitaría 336000 muertes: 180000 de enfermedades cardiovasculares; 20000 de cáncer de colon; 12000 de cáncer de mama; 70000 de otros tipos de cáncer; y 15000 casos de Alzheimer.

En conclusión, con cuidado y precaución, tomen el sol en todo el cuerpo. Y eviten las quemaduras.

 

*Baggerly, C.A. y 13 colaboradores. 2015. Sunlight and vitamin D: Necessary for public health. Journal of American College of Nutrition 34: 359-365.

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