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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Vieja memoria

Uno se pregunta, como hace Dayna Touron, de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro, por qué “Los perros viejos no aprenden trucos nuevos”. O sea, si es cierto que la edad deteriora la memoria. O, mejor, por qué los ancianos desconfían de su memoria. Touron revisa lo que sabemos de la memoria de los ancianos y llega a conclusiones sorprendentes. No es que la memoria falle, es que tenemos miedo de que falle y por eso no la usamos.

Uno de los estudios que repasa, con jóvenes de 18 a 25 años y ancianos de 60 a 75 años, consiste en dar a los voluntarios una lista con parejas de palabras sin relación entre sí (por ejemplo, perro-cuchara, avión-piedra, tejado-flor,…) para que la lean y estudien. Tiempo más tarde, se les da otra lista con parejas de palabras que incluye algunas de las parejas de la primera lista, y se les pide que la repasen y digan cuales estaban en la lista anterior. Al comienzo del test parece que la memoria de los ancianos es un 10% más baja que la de los jóvenes pero, a partir de la pareja de palabras número 35 y hasta 100, los resultados son los mismos. La memoria de los ancianos y de los jóvenes funciona igual y se mantiene a cualquier edad.

Sin embargo, si al darles la segunda lista se les dice que, para confirmar sus hallazgos pueden consultar la primera lista, los ancianos hacen muchas más consultas y no confían en sus propios recuerdos. Llegan a consultar un 50% de sus hallazgos o, lo que es lo mismo, utilizan sus recuerdos un 50% menos que los jóvenes. Es una falta de confianza en su propia memoria. O, quizá, es miedo a descubrir que su memoria falla. Resultados parecidos se obtienen con operaciones aritméticas, con lecturas de párrafos y con rutas en el GPS.

Pero también hay algunos estudios con dos listas, como los anteriores, en que se consigue que los ancianos no consulten la primera lista: dando un incentivo en dinero por los aciertos conseguidos sin mirar la primera lista. Vale con 15 centavos por respuesta acertada hasta un máximo de 15 dólares. En otro estudio un anciano utiliza el GPS para hacer una ruta que ha hecho durante mucho tiempo y se la conoce de memoria. Y deja de utilizar el GPS si se le ofrece un incentivo. En estos estudios, la memoria de jóvenes y ancianos se iguala a partir de la respuesta 40.

Todo lo visto hasta ahora son estudios hechos en el laboratorio, y Dayna Touron se pregunta qué ocurre en la vida diaria, en casa y en la calle. Hay pocos datos extraídos de investigaciones basadas en diarios escritos por los voluntarios combinados con encuestas sobre su uso de la memoria, de sus propios recuerdos. En estos diarios se apunta el uso de 12 tareas cotidianas con tecnología típica del hogar, de la cocina y en los paseos.

Los ancianos que más se quejan de su memoria son los que menos utilizan sus propios recuerdos. En cambio, los que más se esfuerzan en aprender son los que, después, más utilizan sus recuerdos. Como en el laboratorio, tienen menos fallos de memoria quienes más confían en ella. Como antes, detrás está el miedo al fallo con la consiguiente pérdida de autoestima, aislamiento, soledad y declive mental.

Como hemos visto, la confianza en la memoria demuestra que entre jóvenes y ancianos no hay tanta diferencia. Y, para terminar, como recuerdo personal y deberes para todos nosotros, cuando vayan al súper fíjense en quien lleva una lista de la compra y en su edad y verán que, a más edad, menos lista y más memoria.

 

*Touron, D. 2015. Memory avoidance by older adults: When “Ols Dogs” won’t perform their “New Tricks”. Current Directions in Psychological Science 24: 170-176.

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Por Eduardo Angulo

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