Tomar decisiones arriesgadas es un proceso esencial en psicología y en nuestra conducta. Hay personas, todos las conocemos, que asumen riesgos con consecuencias desastrosas. Por ejemplo, al conducir o en el sexo sin protección. Y otros, en cambio, nunca toman decisiones arriesgadas. Por ejemplo, los que no arriesgan su dinero en inversiones poco seguras. En general, es difícil asegurar a priori si una persona tiende al riesgo o no, aunque hay profesiones que suponemos prudentes o aventuradas. Valerie Reyna y sus colegas, de la Universidad Cornell en Ithaca, en Estados Unidos, nos proponen un estudio sobre la toma de decisiones de los agentes de inteligencia, como profesión arriesgada, en comparación con estudiantes universitarios y adultos de diferentes edades. Es evidente que los agentes deben ser arriesgados pero también prudentes pues sus decisiones afectan a la seguridad nacional y, a menudo, a la vida de muchas personas.
Los voluntarios son 63 estudiantes de 18 a 22 años, una edad media de 19.7 años y un 59% de mujeres. El segundo grupo de voluntarios está formado por 54 graduados de 22 a 56 años, edad media de 30.8 años y el 57% son mujeres. Y, finalmente, los agentes de inteligencia son 36 y pertenecen a una agencia federal que los autores no identifican. Tienen de 27 a 60 años, 35.8 años de edad media y el 22% son mujeres. De media, llevan 7 años de trabajo en inteligencia.
Cada voluntario recibe una lista de 30 problemas que debe resolver eligiendo alguna de las opciones que se le ofrecen. Las opciones tienen tres enfoques: el primero sin matices; el segundo es prudente y el tercero es arriesgado. Es la aplicación del clásico problema de la botella medio llena o medio vacía. Por ejemplo, si hay una catástrofe que pone en peligro a 600 personas podemos elegir entre salvar a 200 personas seguro o una decisión que implica un tercio de probabilidades de que los 600 se salven y dos tercios de que no se salve nadie. En otra encuesta, está cuestión da a elegir entre salvar seguro a 400 personas, dos tercios de probabilidades de que todos mueran o un tercio de que todos se salven. Ya ven, la elección no es fácil.
Pues bien, sean cuales sean las preguntas y las opciones de respuesta, la elección más arriesgada, que puede ser la más dañina, es la que eligen los agentes de inteligencia. Jóvenes y adultos son mucho más prudentes. Además, confían más que ninguno de los otros grupos en el acierto de sus propias decisiones.
*Reyna, V.F. y 3 colaboradores. Developmental reversals in risky decision-making: Intelligence agents show larger decision biases than collage students. Psychological Science