Es evidente que los mercados, a menudo, imponen costes inesperados. Por ejemplo, la manufactura, transporte y venta de bienes puede provocar duras condiciones de trabajo (recordar Blangladesh), incluso con riesgos para la salud, o daños a animales o, en general, al medio ambiente. Y solo son algunos ejemplos. A veces da la impresión de que quien interviene en los mercados lo hace en contra de su propia moral o, por lo menos, de la moral que declara tener. Por tanto, la posibilidad de que la participación en los mercados puede erosionar los valores morales es una hipótesis de trabajo aceptable y que lleva tiempo en discusión. Ahora, Armin Falk y Nora Szech, de las universidades de Bonn y Bamberg, en Alemania, nos presentan los resultados de un estudio empírico de esta hipótesis.
Para ello utilizan lo que llaman el “paradigma del ratón”, o sea, la relación entre valores morales y daños a una tercera parte cuando se relacionan la vida de un ratón y dinero. Los voluntarios deben elegir entre no recibir dinero y salvar la vida de un ratón de laboratorio o permitir que lo maten y cobrar por ello. Los autores suponen que, aunque la moralidad de las personas o de una cultura puede cambiar en el tiempo y en el lugar, en general se considera que perjudicar a terceros con intención y sin justificación es inmoral e inaceptable. Por tanto y en cualquier cultura, que el ratón muera y se cobre por ello es una respuesta que erosiona los valores morales de la persona que lo hace.
A cada voluntario se le informa explícita y detalladamente sobre el ratón del que tiene que decidir su destino. Ve un video que demuestra que es joven, está sano y, si sobrevive, le esperan dos años de vida feliz pues no participará en ningún otro experimento. Y, además, el voluntario sabe que los investigadores cumplen lo que prometen. Los voluntarios también ven un video con el proceso de ejecutar al ratón.
Colocan a los voluntarios en tres situaciones diferentes para que tomen su decisión: individual, cuando solo el voluntario decide si cobra o no y, por tanto, si el ratón muere o sobrevive; mercado bilateral, cuando el voluntario y otra persona negocian y regatean el precio para que el ratón sobreviva o no; y, finalmente, mercado multilateral, cuando negocian y regatean varias personas, tanto los que tomarán la decisión como los que ofrecen y regatean el dinero a cobrar.
En la opción individual, con 124 voluntarios, el 45.9% (casi uno de cada dos) acepta que muera el ratón cuando recibe 10 € o más. En el mercado bilateral, con 72 voluntarios y después del regateo, el 72.2% (más o menos tres de cada cuatro) aceptan que muera el ratón por 10 € o más. Y en el mercado bilateral, con 96 voluntarios, el porcentaje es similar con el 75.9% aceptando que se mate al ratón por 10 € o más. Además, en el mercado bilateral el regateo provoca que el precio del ratón baje y, así, el 34.4% de los voluntarios acepta 5 € por la muerte del ratón. Tanto es así que, para que en el mercado individual el 70% acepte la muerte del ratón, como ocurre en los mercados bilateral y multilateral, hay que pagar, como poco, 47.50 €. Ya ven, todo es cuestión de precio y, quizá, de valores morales.
*Falk, A. & N. Szech. 2013. Morals and markets. Science 340: 707-711.