No es fácil ni sencillo este asunto del olfato y de los olores. Vivimos desde que nacemos en un mundo complejo y lleno de estímulos y sensaciones del que extraemos luz e imágenes, sonidos, sensaciones táctiles, e información química por sabores y olores. Así es, la química del entorno es la que captamos, hasta donde podemos, con el gusto y el olfato. Lo que olemos en cada momento, es obvio, es una mezcla del aroma de muchas sustancias. Lo que llamamos aroma del café, del te o del vino es la suma de cientos, quizá miles, de olores de muchas sustancias. Rara vez somos capaces de extraer del olor de una mezcla el aroma individual de uno de sus componentes. Por ello, definir “olor” es difícil. El Diccionario de la Real Academia da varias acepciones de olor, pero la primera de ellas dice que es “Impresión que los efluvios producen en el olfato”. O sea, de los efluvios de diferentes sustancias, cada una de ellas con su propio olor. Y como cuentan Kathrin Kaeppler y Friedrich Mueller, de la Universidad Leuphana de Lueneburg, en Alemania, si difícil es definir los olores, más difícil todavía es clasificarlos.
Cuando intentar diferenciar los olores para conseguir clasificarlos, se dan cuenta de que lo que cuenta una persona sobre un olor concreto viene marcado por su experiencia y familiaridad con ese olor, por la propia intensidad del olor, sus cualidades, y, además, por la facilidad del sujeto para explicarse y el número de conceptos y términos que es capaz de manejar. Ya ven, difícil y complicado.
Emociones
Sin embargo, siempre podemos aprender algo de los olores. Por ejemplo, Camille Ferdensi y sus colegas, de la Universidad de Ginebra, en Suiza, han investigado los afectos o los sentimientos que nos hacen recordar olores. Es decir, presentan 480 términos con un significado sentimental o afectivo a los voluntarios, de Singapur, Liverpool y Ginebra, y les preguntan “si el término es relevante para describir el estado emocional que experimentaron cuando sintieron determinados olores en el pasado”. Como resultado, los autores seleccionan los términos que más recuerdos olorosos producen, y son 81 en Singapur, 79 en Liverpool y 73 en Ginebra. Hay 47 términos que aparecen en las tres listas aunque, por otra parte, cada grupo de personas tiene entre 17 y 20 términos que le son propios. En fin, los más puntuados son, como ejemplo usamos Singapur, Asco, Felicidad, Deseo sensual, Energía, Estimulación intelectual, Espiritualidad y Sentimientos negativos. En Liverpool, los términos mejor situados son Asco, Felicidad, Deseo sensual, Energía, Tranquilidad y Calma, Nostalgia y Hambre y Sed. Y, finalmente, en Ginebra son Asco, Felicidad, Deseo sensual, Energía, Tranquilidad y Calma y Placer sensorial. Como ven, para los voluntarios de los tres orígenes, destacan Asco, Felicidad y Deseo sensual.
En el estudio no han determinado cuáles son los olores que se recuerdan con estos sentimientos o afectos pero, sea cual sea la cultura, hay algunos de ellos que nos hacen recordar olores, aunque quizá no sean los mismos para todos.
Es de nuevo Ferdensi quien, al año siguiente, nos va aclarar algunos aspectos de la relación entre olores y sentimientos. Ambos sexos reaccionan igual pero son las mujeres las más sensibles y hábiles ante los olores. La mayor diferencia de las mujeres con los hombres se da en relación al Asco y, sobre todo, con el olor corporal y el sudor. En cambio, la mayor diferencia, en relación con el Asco, de los hombres con las mujeres la da el olor a pepino. Sin tener en cuenta el sexo, en Ginebra les disgustan las palomitas y les encantan las lilas, en Liverpool, da mucho asco la fruta del durián, que muchos consideran la fruta más apestosa del mundo, y las fresas les huelen a Energía y les provocan deseo sexual; y, finalmente, en Singapur, las fresas funcionan igual que en Liverpool y les disgusta el queso. Por cierto, Ferdensi también encuentra que, cuanto más familiarizados estamos con un olor, más placentero nos parece. En fin, que, en cuanto a lo olido, uno se acostumbra a todo.
Mujeres
No olvidemos la habilidad de las mujeres para manejar los olores. Aceptado que es así, Birgit Derntl y su grupo, de la Universidad de Viena, se pregunta si varía la percepción olfatoria con dos hechos esenciales en el metabolismo y la conducta de las mujeres: el ciclo menstrual y la toma de la píldora anticonceptiva.
Trabaja con 80 voluntarios, de 18 a 44 años de edad y una edad media de 26.5 años, con 61 mujeres y, de ellas, 40 toman la píldora. Se dividen, por tanto, en cuatro grupos: hombres, mujeres que toman la píldora, mujeres que no toman la píldora en la fase folicular del ciclo menstrual, y mujeres que no toman la píldora en la fase luteal del ciclo menstrual. El experimento se hace en dos partes, con un intervalo de 2 a 7 semanas entre ellas. En la primera se toman todo tipo de datos a los voluntarios, incluyendo una autoevaluación del ánimo al principio y al final del experimento, y se hacen los tests olfativos, y en la segunda parte se repiten la autoevaluación y los tests.
La habilidad con los olores se mide de varias maneras y siempre con bastoncitos impregnados de las sustancias a ensayar. En primer test, se dan tres bastoncitos a cada voluntario y debe indicar cuál de ellos tiene n-butanol; en un segundo test, se vuelven a dar tres bastoncitos y debe descubrir cuál de ellos hueles diferente a los otros dos; en el tercer test, huelen 16 olores bastante comunes (naranja, cuero, canela, menta, plátano, limón, regaliz, trementina, ajo, café, manzana, clavo, piña, rosa, anís y pescado); y, en último lugar, huelen n-butanol en un bastoncito a la concentración más alta y deben puntuar su intensidad y si les gusta o no.
Los resultados indican que los que menos captan los olores son los hombres mientras que las que mejor lo hacen son las mujeres en fase folicular, sobre todo en la repetición de los tests después de unas semanas. En cuanto a la identificación de olores, de nuevo los hombres lo hacen peor mientras que las mujeres en la fase folicular, y de nuevo todavía mejor en la repetición de los tests, son las que mejor lo hacen. Todos los voluntarios, incluyendo los hombres, mejoran en la segunda medida, es decir, se puede aprender a oler, se puede entrenar el olfato.
En la discriminación de olores, las que mejor lo hacen son las mujeres en fase folicular y las que toman la píldora. Es más, las mujeres que toman anticonceptivos discriminan mejor los olores cuanto más tiempo lleven tomando la píldora. Los autores no nos dicen cuáles son los olores que mejor discriminan las mujeres.
Nosotros mismos
Nos preguntamos si nos podemos oler a nosotros mismos y, si eso es así, si nos gusta lo que olemos. Lo han investigado Manfred Milinski y sus colegas, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva de Ploen, en Alemania, por medio del Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC, del inglés Major Histocompatibility Complex), que forma parte del sistema inmune, ayuda en el reconocimiento de cualquier patógeno como algo extraño al organismo y a que se pongan en marcha nuestros sistemas de defensa y, además, por su variabilidad, es muy característico de cada individuo y su detección permite la identificación. Su reconocimiento hace que sea una molécula importante en la comunicación social y en la elección de pareja y, en consecuencia, hay que olerla y, por tanto, funciona como una feromona. Conocer cómo olemos el MHC parece interesante.
Milinski y su grupo trabajan con 22 universitarios de Hamburgo y Kiel, con edades de 21 a 36 años y edad media de 25.9 años. Pasan por un análisis genético para conocer las variantes del MHC y hacen una prueba de olfato. Se les proporciona un jabón sin olor para que se laven y una camiseta limpia. Duermen con la camiseta limpia después de lavarse y, a la mañana siguiente, tienen que colocar su mano derecha en su sobaco izquierdo y su mano izquierda en el sobaco derecho. Y, después, se huelen las manos y deben decir si huele a sí mismas y si el olor gusta o no.
Los voluntarios se huelen a sí mismos y, si se ha producido el MHC en las axilas durante la noche, se reconocen y se gustan, excepto en los fumadores, que también reconocen su olor, pero no les gusta.
Orígenes
Obviamente, somos una especie animal más, algo especial pues para eso somos nosotros, pero no podemos negar que hay otras especies que huelen más y mejor que nosotros. Hay un experimento concreto, publicado por Charlotte Sinding y sus colegas, del Centro de Ciencias del Gusto y la Alimentación de Dijon, en Francia, que nos ayudará a entender esta relación de nuestro olfato con el de otros animales, en este caso en concreto con los conejos.
Utilizan conejos recién nacidos, como mucho de 1 a 2 días de edad, y se les da a oler mezclas de cinco y seis olores. Los aromas son de vainillina (de la vainilla), frambinona (de la frambuesa), isoamil acetato (que huele a plátano), ionona (que huele a rosas), etil acetato (que huele a pera) y damascenona (que también huele a rosas). Prueban las mezclas los conejos y 200 voluntarios, de ellos 90 mujeres, y una edad media cercana a 40 años. La percepción de las mezclas y de sus componentes es igual en los voluntarios y en los conejos, o sea, que, por lo menos estos aromas, los perciben igual los humanos adultos y los conejos recién nacidos.
Una curiosidad
Este es uno de esos experimentos de Charles Spence, de la Universidad de Oxford, que nos revelan la confusión de nuestros sentidos. Recibimos la información, diferente por el estímulo que los hace funcionar, y la unimos e interpretamos en el cerebro y es aquí, en el cerebro, donde parece que se mezcla y confunde. En este trabajo, Spence nos va a demostrar que existe una relación entre el olfato, nuestro tema de hoy, y el tacto, es decir, entre olores y formas.
Utiliza en su experimento dos formas empleadas en psicología desde hace casi un siglo, que se denominan “kiki” y “bouba” y que son, a su vez, el resultado de la confusión entre el oído y la vista. Ambas formas son como las manchas que dejaría la pintura arrojada contra una pared aunque, mientras “bouba” tendría sus bordes redondeados, “kiki” los tendría rectos. El nombre de cada forma es artificial y está creado a partir de propuestas que oyen, al decir “kiki”, algo duro y acabado en punta, y, al decir “bouba”, lo oyen más bien redondeado y en peluche. Pues, ahora, Spence nos va a demostrar que, además, estas formas tienen olor.
Trabaja con 25 voluntarios, universitarios de Oxford, con edades de 20 a 30 años, una edad media de 21.1 años y, entre ellos, hay 15 mujeres. Van a oler 20 aromas de los frascos típicos de los catadores de vinos. Los olores son almendra, manzana, albaricoque, mora, caramelo, cedro, chocolate negro, heno, pimiento verde, miel, limón, regaliz, setas, almizcle, pimienta, piña, frambuesa, humo, vainilla y violetas. Los voluntarios puntúan cada aroma, según la forma que les recuerde, en una escala que va del 1 al 9, con la forma “kiki” en el 1 y la forma “bouba” en el 9.
Según las puntuaciones recogidas, los olores más “kikis”, más angulosos y puntiagudos, son el limón, el humo y la pimienta. Y los más “boubas”, o sea, redondeados y suaves, son la frambuesa, la vainilla y la mora. Y hay algunos olores que dejan indiferentes, en cuanto a su forma, a los voluntarios, y son el pimiento verde y, curiosamente, el caramelo y el chocolate negro. Según Spence, cuanto más intenso y placentero es un aroma, más se asocia con la forma “kiki”, algo así como si fuese esta forma la que más carácter, personalidad y firmeza tiene.
*Derntl, B. y 3 colaboradores. 2013. Menstrual cycle phase and duration of oral contraception intake affect olfactory perception. Chemical Senses 38: 67-75.
*Ferdensi, C. y 9 colaboradores. 2011. Affective dimensions of odor perception: A comparison between Swiss, British, and Singaporean populations. Emotion 11: 1168-1181.
*Ferdensi, C. y 8 colaboradores. 2012. Variability of affective responses to odros: Culture, gender, and olfactory knowledge. Chemical Senses doi:10.1093/chemse/bjs083
*Hanson-Vaux, G., A.-S. Crisinel & C. Spence. 2013. Smelling shapes: Crossmodal correspondences between odors and shapes. Chemical Senses 38: 161-166.
*Kaeppler, K. & F. Mueller. 2013. Odor classification: A review of factors influencing perception-based odor arrangements. Chemical Senses doi:10.1093/chemse/bjs141
*Milinski, M. y 3 colaboradores. 2013. Major histocompatibility complex peptide ligands as olfactory cues in human body odour assessment. Proceedings of the Royal Society B 280: 20122889
*Sinding, C. y 7 colaboradores. 2013. Rabbit neonates and human adults perceive a blending 6-component odour mixture in a comparable manner. PLoS ONE 8: e53534