Hacer ejercicio físico está bien; es sano, dicen los expertos. El deporte, además de provocar lesiones, es una actividad saludable. Una actividad que, por otra parte, mueve en nuestro desarrollado Primer Mundo, miles y miles de millones, de la moneda que ustedes quieran, en asuntos como, por ejemplo, bebidas, suplementos, ropa o calzado. Todos ellos, según aseguran sus fabricantes, ayudan y mejoran la actividad deportiva. Incluso en muchos de sus anuncios afirman apoyarse en estudios científicos de toda confianza. Y para ver si los mencionados estudios científicos existen, Carl Heneghan y su grupo, de la Universidad de Oxford, han realizado un meta-análisis de lo publicado hasta ahora.
Para obtener datos de los estudios científicos, Heneghan y sus colegas siguen tres estrategias: revisan los anuncios en revistas, examinan las páginas web de los fabricantes y, si hay dudas o dificultades en obtener la información, se comunican con ellos por email. En primer lugar, examinan el número de marzo de 2012 de las 100 primeras revistas generales y de las 10 primeras revistas de deportes y puesta en forma de Estados Unidos y Gran Bretaña. Estas revistan llegan, al mes, a unos 30 millones de lectores solo en Gran Bretaña. Después de su lectura detallada, página a página, seleccionan los anuncios de productos que afirman mejorar el rendimiento físico (fuerza, resistencia, velocidad,…) o ayudan a la recuperación posterior a la práctica deportiva. Incluyen bebidas, suplementos, ropa, calzado y accesorios (por ejemplo, muñequeras). También analizan las páginas web de estos productos, buscando la mención de referencias científicas que apoyen sus afirmaciones. Y, finalmente, envían correos electrónicos a los fabricantes solicitando las referencias o, incluso, los estudios en que basan su publicidad.
En los anuncios de la revistas, los autores examinan 615 y, de ellos, 235 tratan de productos concretos, solo 54 mencionan explícitamente mejoras y solo 3 concretan las referencias en que se basan. Ya ven, solo 3 de 615. También examinan 1035 páginas web, con 431 que concretan las mejoras y en 141 hay referencias, aunque Heneghan, al buscar estas referencias, ha encontrado casos en que no existen. En total, nos quedan 74 referencias obtenidas de las páginas web más las 3 que teníamos de los anuncios en revistas. De los emails enviados a los fabricantes, 42 en total, llegan 16 respuestas que no llevan a ningún sitio pues mencionan estudios sin publicar o publicados en la prensa o estudios inacabados. A pesar de todo, Heneghan incluye dos estudios inacabados pero de los que recibe información que considera suficiente.
Después de analizar estos 3 más 74 más 2 estudios que afirman mejorar la actividad física con algún producto concreto, llega a la conclusión de que el 97.3% son inaceptables desde el punto de vista metodológico. Por ejemplo, la muestra de población que interviene es mínima e irrelevante; la media es de 9 personas. Es más, la prueba del producto al azar en los voluntarios solo aparece en el 58% de los trabajos, el no saber por los voluntarios qué es lo que se está probando en el 6.8%, o la prueba ciega en la que nadie sabe si está tomando el producto o el control en el 27%.
En conclusión, para Heneghan y su equipo, solo 3 de los estudios (el 2.7%) son válidos desde el punto de vista metodológico. Y hay que recordar que hemos tratado de bebidas, suplementos, calzado (por ejemplo, no hay una sola prueba de que el calzado deportivo reduzca el número de lesiones), ropa y accesorios.
*Heneghan, C. y 10 colaboradores. 2012. The evidence underpinning sports performance products: a systematic assessment. British Medical Journal Open 2: e001702