En la conducta humana es esencial la empatía, esa capacidad de ponernos en el lugar del otro y, de esta manera, sentir la necesidad de apoyarle y ayudarle. Somos una especie social, tribal si se quiere, y la empatía es, a menudo, el cemento que une el grupo. Y dicho con lenguaje más técnico, en general, la capacidad de verse afectado por el estrés de individuos de la misma especie es importante para el bienestar del grupo y de los individuos que lo forman. Por tanto, la empatía se puede definir como la habilidad en sentirse afectado y compartir el estado emocional de otro. No solo se da en la especie humana, también se ha descrito en otros mamíferos y, como nos cuentan Jo Edgar y sus colegas de la Universidad de Bristol, incluso en las gallinas.
Trabajan con 32 gallinas, 22 de ellas de la raza Light Sussex y las otras 10 son Wold Legbar. Tienen entre 50 y 60 semanas de edad y se mantienen, al inicio del proceso, agrupadas en un corral de 4×4 metros, con 5 centímetrosde serrín en el suelo. La temperatura es de 17ºCy el fotoperiodo de 12 horas de luz y 12 de oscuridad y comida y bebida la que quieran. Se cruza a las gallinas con dos gallos Light Sussex y se separan a corrales individuales más pequeños las 14 gallinas que tienen entre 4 y 8 pollos. Y ahora comienza el experimento.
En la primera semana, gallinas y pollos se hacen al ambiente de los corrales en la segunda se acostumbran a las pruebas y a los aparatos de medida del ritmo cardiaco, la temperatura y el análisis del comportamiento. Las pruebas colocan a gallinas y pollos en cuatro situaciones. Control, en la que no pasa nada; chorro de aire durante 1 segundo de cada 30 a los pollos durante 10 minutos para estresarlos; lo mismo, pero a las gallinas; y, como segundo control, se les somete al ruido de la bomba que impulsa el chorro de aire pero sin aire.
Las gallinas reaccionan al chorro de aire a sí mismas y a los pollos con un mayor nivel de alerta, menos conducta de acicalar las plumas y bajada de la temperatura corporal. En los controles no hay cambios. Y cuando el aire afecta solo a los pollos, la madre también reacciona con más vocalización maternal y aumento del ritmo cardiaco. O sea, que las gallinas se ven afectadas por el estrés de los pollos y cambia su fisiología y su conducta en consecuencia. Es, por lo tanto, un signo de empatía: el estrés de otro individuo de la misma especie afecta al sujeto del experimento. En realidad, también se demuestra que la empatía es un rasgo característico y esencial de la relación madre-hijo, y así lo ha seleccionado la evolución puesto que presenta una ventaja en relación al éxito reproductor.
*J.L.Edgar y 3 colaboradores. 2011. Avian maternal response to chick distress. Proceedings of the Royal Society B doi:10.1098/rspb.2010.2701