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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Afrodisíaco

Como animales que somos, el sexo es importante en nuestras vidas y, aunque algunos en este momento se hagan los distraídos, es asunto que nos preocupa. El sexo debe funcionar, bien y en el momento adecuado. Por ello, nuestra especie ha inventado los afrodisíacos que, según la Real Academia, es una sustancia utilizada para aumentar el apetito sexual. Parece que la Academia define el afrodisíaco como un método de aumentar el apetito sexual de la pareja y no el propio. Me parece a mí que hoy en día el afrodisíaco más bien se emplea para garantizar una buena respuesta sexual propia. En fin, dejemos esta cuestión para otro día y vayamos al asunto que nos ocupa.

Hay muchas sustancias que se supone tienen poder afrodisíaco, pero siempre puede estar detrás el autoengaño, o sea, el efecto placebo. En asuntos de sexo, la autoestima y la confianza en sí mismo siempre son buenas consejeras. Pero, para aclarar nuestras dudas sobre algunas sustancias supuestamente afrodisíacas, John Melnyk y Massimo Marcone, de la Universidad de Guelph, en Ontario, Canadá, han revisado lo que sabemos sobre unas docenas de sustancias que se consideran afrodisíacas.

Podemos empezar por algunos de esos afrodisíacos que tienen trabajos científicos detrás que avalan su eficacia. Por ejemplo, la ambreína, alcohol que se extrae del ámbar gris que se forma y acumula en el estómago del cachalote. Se usa en la composición de perfumes y en el tratamiento de muchas enfermedades en la medicina tradicional. En el conejo, la rata o el hámster relaja el músculo y ayuda a mantener la erección. Además, y también en ratas, aumenta el deseo sexual cuantificado en un mayor número de erecciones.

Y también es afrodisíaca la secreción mucosa del sapo común (Bufo), muy utilizada, como es habitual en estas sustancias, por las medicinas tradicionales india y china. Esta secreción mucosa tiene efecto anestésico local y detiene las hemorragias. Uno de sus componentes, la bufotenina, es suavemente alucinógena y estimula el deseo sexual.

La cantaridina se extrae machacando la llamada en inglés “Mosca Española” que, en realidad es la Lytta vesicatoria, un coleóptero, es decir, un escarabajo de hermoso color verde. Su extracto se utilizaba para curar heridas por su poder de producir ampollas. La cantaridina, en dosis muy pequeñas, produce efectos irritantes al ser eliminada por la orina y provoca priapismo, o sea, la erección espontánea del pene, más bien dolorosa por otra parte. De ahí su fama de afrodisíaca.

Hay más sustancias analizadas por Melnyk y Marcone, más o menos o nada eficaces como afrodisíacos. Funciona la yohimbina, extraída del árbol yohimbe de África occidental. O la protodioscina, que procede de la hierba Tribulus terrestris Y así algunas más. En cambio, no funcionan tan bien el alcohol, muchas especias, el chocolate a pesar de su fama, o los muy famosos alimentos con aspecto fálico como los espárragos, el plátano, la zanahoria o las ostras.

Sin embargo, hay dos afrodisíacos tradicionales que lo son y que funcionan bien: el azafrán y el ginseng. El primero, que proviene de la flor del azafrán (Crocus sativus), contiene crocina y safranal que, administradas a ratas, tienen un efecto positivo en su actividad sexual. En nuestra especie, el azafrán mejora a los pacientes con disfunción eréctil, aumentando la rigidez e hinchazón del pene. Y el ginseng, que es la raíz de plantas del género Panax, nativo de Corea, ayuda también, en concreto en ginseng rojo, a los enfermos de disfunción eréctil. Mejora la erección, incluyendo la rigidez, la duración y la penetración, aunque no se detectan diferencias de deseo sexual y número de coitos entre el grupo que recibe ginseng y el grupo control. También aumenta el deseo sexual en tratamientos con mujeres menopáusicas.

Ya ven, azafrán y ginseng son, por lo que hasta ahora sabemos, los afrodisíacos naturales más eficaces.

 

*Melnyk, J.P. M.F. Marcone. 2011. Aphrodisiacs from plant and animal services – A review of current scientific literature. Food Research International doi:10.1016/j.foodres.2011.02.043

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