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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Madre e hijo (IX): Placentofagia

Hay un montón de sitios en Internet que recomiendan comer la placenta después del parto. En realidad, hay un montón de sitios en Internet que recomiendan cualquier cosa que se les ocurra, aunque esto de comer la placenta parece interesante. La razón que dan es que algo bueno tendrá la placenta cuando se la comen todos los mamíferos, incluidos los herbívoros, tan vegetarianos ellos, excepto nosotros y las camellas.

Cuando Mark Kristal, de la Universidad de Nueva York en Buffalo, y Maria Menger, del Instituto Max Planck de Andechs, en Alemania, investigaron las culturas humanas para constatar que nadie se comía la placenta, encontraron algunas que sí lo hacían, aunque no existen razones ni fisiológicas ni evolutivas para ello. La mayoría la entierra o la quema.

La placenta es el órgano intermedio que, en mamíferos, regula los intercambios de todo tipo que ocurren entre la madre y el feto. Al final del parto, tras el nacimiento del niño, se expulsa la placenta, conectada por el cordón umbilical, y gran cantidad de líquido amniótico. A continuación, excepto nosotros y el camello, la madre se come la placenta y sorbe el líquido amniótico que recubre al recién nacido. Por qué lo hacen es la incógnita sin resolver: es un alimento y no hay que desaprovecharlo; hay que limpiar el lugar y evitar, la suciedad, las infecciones y atraer a depredadores; y, sobre todo, puede influir en esta conducta el contenido de la placenta.

De nuevo Mark Kristal, en un trabajo posterior, afirma que la ingestión de la placenta y de los líquidos acompañantes supone el inicio de la relación madre-hijo. Además, comer la placenta supone la toma de analgésicos que reducen los dolores del parto. Estos analgésicos se llaman, en conjunto, Factor de Aumento del Opioide de la Placenta (POEF, en inglés).

Para precisar más que es este POEF hay que atender al trabajo de Peter Apari y Lajos Rozsa, de la Universidad Eotvos y del Museo Húngaro de Historia Natural de Budapest, respectivamente, que aseguran que, a partir del tercer mes de embarazo, la placenta sintetiza beta-endorfina y, simultáneamente, esta endorfina aparece en concentraciones crecientes en la sangre de la madre. La beta-endorfina no sólo es analgésica sino que es una molécula de recompensa y es responsable de que nos sintamos bien y con buen ánimo. O sea, que esta endorfina consigue que la madre se sienta a gusto durante el embarazo. Apari y Rozsa proponen que el feto va tranquilizando a la madre y condicionándola para que, después del parto, quede “enganchada” al bebé y le dé los cuidados que precisa.

Quizá sea así, quizá el que en nuestra especie no se coma la placenta es la causa de la tristeza y de la depresión post parto, como si fuese una desintoxicación de las endorfinas de la placenta, quizá…, pero todo esto todavía es una hipótesis. Sin embargo, empezamos a tener datos concretos sobre el papel analgésico de la placenta y del líquido amniótico como los que han obtenido Luiz Carlos Pinheiro Machado Filho y su grupo, de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, estudiando el nivel del dolor según el aumento de la temperatura en vacas parturientas. Es el líquido amniótico que la vaca chupa de la piel del ternero la que tiene el poder analgésico, aunque los mismos autores aseguran que en ratas es la placenta la que mitiga el dolor.

En fin, que ya ven que la placenta lleva endorfinas, que tiene efectos analgésicos y que, quizá, dé buen ánimo. Queda la duda de por qué somos los únicos mamíferos, sin olvidar al camello, que no comemos la placenta después del parto. A aquellos que pretenden llevar una vida natural y promueven la ingestión de la placenta, he de avisarles de que, para que no pierda sus beneficiosas cualidades, debe comerse… cruda. Y, si esto les parece muy sacrificado, siempre hay, que los hay, multitud de sitios en Internet en los que se dan recetas para cocinar la placenta. Que aproveche.

*Apari, P. & L. Rozsa. 2006. Deal in the womb: Fetal opiates, parent-offspring conflicto, and the future of midwifery. Medical Hypotheses 67: 1189-1194.

*Kristal, M.B. 1980. Placentophagia: A biobehavioral enigma (or De gustibus non disputandum est). Neuroscience & Biobehavioral Reviews 4: 141-.150.

*Kristal, M.B. 1991. Enhancement of opioide-mediated analgesia: A solution to the enigma of placentophagia. Neuroscience & Biobehavioral Reviews 15: 425-435.

*Menges, M. 2007. Evolutionbiologische aspekte der Plazentophagie. Anthropologie Anzeiger 65: 97-108.

*Pinheiro Machado Filho, L.C., J.F. Hurnik & J.H. Burton. 1997. The effect of amniote fluid ingestion on the nociception of cows. Physiology & Behavior 62: 1339-1344.

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