Ya vimos hace unas semanas que la hormona oxitocina es importante, de alguna manera, en la relación madre-hijo. Hoy y siguiendo a nuestras conocidas Viara Milera-Seitz y Alison Fleming, de la Universidad de Toronto en Ontario, Canadá, vamos a repasar el papel de varias hormonas en la maternidad.
Es conocido que, durante el embarazo y el parto, hay niveles altos de oxitocina, prolactina y estradiol, subiendo esta última y, sobre todo, la prolactina al acercarse el parto. Por el contrario, la progesterona cae al final del embarazo y desaparece en el parto. A la vez que tienen lugar estos cambios hormonales, pero sin que se haya podido establecer una relación directa con ellos, aumenta el sentimiento de apego y cariño de la madre con su hijo.
Por otra parte, las madres que, después del parto, demuestran gran cariño por el hijo vienen de un cociente estradiol/progesterona alto durante el embarazo, es decir, que han tenido una concentración alta de estradiol y baja de progesterona. Las madres con poco apego por su hijo vienen de la situación contraria, con menos estradiol y más progesterona durante el embarazo. Además, las madres con cociente alto, o sea, con más cariño, son también las que experimentan un mayor bienestar tras el parto. Nuestras autoras aseguran que este cociente entre hormonas más la sensación de bienestar post parto explican el 40-50% de la intensidad del cariño de una madre por su hijo.
En esta sopa de hormonas también aparecen las que controla el hipotálamo y la hipófisis, en el centro del cerebro. Por ejemplo, el cortisol, que se sintetiza en las glándulas suprarrenales, junto al riñón, es una hormona cuya descarga está controlada por el hipotálamo. Pues bien, un nivel alto de cortisol en los días tercero y cuarto después del parto se relacionan con una actitud maternal positiva y, por otra parte, con un bebé muy activo vocalmente (lo que quiere decir que llora, grita y hace gorgoritos). El cortisol es una hormona típica de situaciones de estrés y es curioso que, además de en el post parto, presente niveles altos en la depresión.
Ya llevamos unos capítulos intentando comprender la relación madre-hijo y, como decíamos al principio, estamos ordenando un complicado rompecabezas. Vista la influencia de la concentración de estas hormonas en la maternidad y sabiendo que en esas concentraciones se dan variaciones entre individuos, uno se puede preguntar sobre la posibilidad de que se deban a cambios en los genes lo que, además, haría esos cambios hereditarios. Ya existen algunos datos preliminares sobre variaciones genéticas entre la acción de dopamina y serotonina y la conducta maternal.
Por cierto, tengo noticias sobre la oxitocina, sobre todo en relación con los niveles de esta hormona y la conducta paternal, algo bastante menos estudiado que la conducta maternal. Los trabajos proceden del grupo de Ruth Feldman, de la Universidad Bar-Ilan de Israel. Los voluntarios son 71 madres y 41 padres, que no son pareja entre sí, y sus hijos de 4 a 6 meses. Padres o madres e hijos juegan durante 15 minutos y observadores cualificados anotan la forma en que se desarrolla la interacción entre padres e hijos. Además, se toman muestras de saliva y de sangre para medir la concentración de oxitocina. Los niveles de partida son similares en padres y madres. Las madres más cariñosas tienen una concentración mayor después de jugar con sus hijos; los padres que más interaccionan con caricias y juegos presentan una subida parecida. Feldman afirma que la hormona actúa para reforzar los vínculos con el hijo y lo hace de la misma manera en padre y madre.
*Feldman, R. y 4 colaboradores. 2010. Natural variations in maternal and paternal care associated with systematic changes in oxytocin following parent-infant contact. Psychoneuroendocrinology 35: 1133-1141.
*Mileva-Seitz, V. & A.S. Fleming. 2011. How mothers born: A psychobiological analysis of mothering. En ”Biosocial Foundation of Family Processes”, p. 3-34. Ed. por A. Booth y cols. Springer.