Los periodistas enloquecen con los escándalos, y cierto público también; no nos engañemos, casi todo el público también. Aquellos se sienten los guardianes de la democracia cuando descubren al enésimo político que ha tenido una relación extramatrimonial, y no digamos nada si ha sido con una prostituta que, a su vez, se acuesta con el agregado militar de esa embajada que todos tenemos en mente. En fin, hay que desenmascarar a estos hipócritas que, tal como engañan a su mujer, nos acabarán engañando a todos. Y los encargados de imagen de los políticos, aturdidos y sobrepasados por el escándalo que va a destrozar a su jefe, dudan entre insultar al periodista o convocar una rueda de prensa con el político y su mujer y escenificar el arrepentimiento y el perdón y el seremos felices para siempre. Pero llega Beth Miller, de
Cada dos días, Beth Miller presenta a 413 universitarios un artículo de periódico, y así hasta cinco, que informan de un político que se presenta a un cargo en la alcaldía de su ciudad. Pero a la mitad de los participantes, el cuarto artículo de los cinco no habla de política sino del escándalo que se ha montado pues el político ha confesado que tuvo una relación extramatrimonial. Entre uno y catorce días después de pasar los artículos, Miller interroga a los universitarios sobre las ideas políticas del candidato y sobre su programa.
Y las hipótesis sobre los resultados son dos: quizá uno se acuerda mejor del político y sus ideas pues se tiene presente el escándalo y así se despiertan otros recuerdos asociados al político; o, alternativamente, el escándalo distrae de la aridez del programa político del candidato y desplaza estos recuerdos sobre política, sobre todo si el escándalo es de esos que se pueden denominar memorables.
Los resultados de Miller dejan claro que los que mejor recuerdan las propuestas del programa político son aquellos que leyeron el artículo periodístico sobre el escándalo; incluso los que habían olvidado el propio escándalo, recordaban mejor las políticas del candidato. Es cierto que el escándalo afecta negativamente la evaluación que hacen los votantes, pero eso no significa que olviden sus ideas políticas. En fin, que quizá no es recomendable que los candidatos vayan de escándalo en escándalo para que les recuerden los votantes pero, y esto es sabiduría popular, ya sabíamos que “Más vale que hablen de uno, aunque sea mal”.
*Miller, B. 2010. The effects of scandalous information on recall of policy-related information. Political Psychology 31: 887-914.