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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Pantalla

Hace unos días os presenté un trabajo en el que se provocaban síntomas de depresión en hamsters por medio de una luz tenue en la parte nocturna de su ciclo de vigilia y sueño. A partir de la nota de prensa publicada por la universidad de los autores del estudio, en la que se mencionaba de pasada que la luz nocturna era similar a la de una televisión encendida, los medios proclamaron que dormir con la televisión encendida provocaba depresión en humanos. Una audaz extrapolación que, ante la mala fama y los peores contenidos de la mayoría de las cadenas de televisión, fue ampliamente aceptada sin mayores objeciones. En adelante, será una nueva leyenda urbana. Sin embargo, hay una amplia bibliografía que apoya conclusiones parecidas, aunque no exactamente las mismas. Veamos.

Es lógico: la televisión, por sus contenidos, noticias, morbo y personajillos, o por cómo se ve, sin discriminar, con el volumen alto, encendida a todas horas, sierre impidiendo cualquier tipo de conversación, puede llevar a problemas psicológicos o psiquiátricos, sobre todo en el crecimiento, en niños y adolescentes. Así, Brian Primack y su grupo de la Universidad de Pittsburg, han estudiado la relación entre la exposición a la televisión y los síntomas de depresión en 4142 adolescentes de entre siete y doce años, desde 1994 a 2002, con un control posterior siete años después. De ellos, 308 (el 7.4%) fueron diagnosticados de depresión durante el seguimiento. Un a vez analizada la relación entre televisión y depresión, Primack y sus colegas encontraron que, entre los que ven la televisión, la probabilidad de enfermar es de un 8% más por cada hora diaria ante la pantalla. Los que, además de ver la televisión, utilizan el video (entonces en plena expansión), los videojuegos y escuchan la radio, todo ello sumado, también tienen un 5% más de probabilidad de depresión por cada hora diaria de uso de los medios. Sin embargo, estos tres últimos por sí solos no tienen ninguna relación con los síntomas de depresión.

Pero no crean, estos asuntos de la tele no se detienen en la adolescencia, podemos ir hacia atrás, hacia la tierna infancia. Jennifer Manganello y Catherine Taylor, de las universidades del Estado de Nueva York y de la Tulane de Nueva Orleáns, han relacionado la conducta agresiva, según declaran sus madres, en 3128 niños de tres años con el tiempo que pasan ante la televisión y con el número total de horas que el aparato está encendido en su hogar. Los autores relacionan la conducta agresiva del niño con tener una madre con depresión, padres con ansiedad, vivir en un hogar desestructurado o haber sufrido malos tratos en el último mes. Estos niños están ante la televisión una media de 3.2 horas al día, aunque hay algún caso de 24 horas al día, más otras 5.2 horas al día que la televisión está encendida. La agresividad del niño es puntuada por la madre, y la puntuación sube 0.16 por cada hora diaria de televisión vista y 0.09 por cada hora de televisión encendida.

A pesar de los antecedentes y de muchos más estudios publicados, sigue sin haber una contención en las horas en que niños y adolescentes ven la televisión. Según el meta-análisis de 78 trabajos previos que ha realizado Dimitri Christakis, de la Universidad de Washington en Seattle, las horas diarias de un niño estadounidense ante la televisión eran 5.50 en la década de los sesenta y en los dos mil son 7.1. A estos niños no les queda tiempo para nada en su tiempo libre. Es más, en una encuesta de 2007, el 29% de los padres justificaba que sus hijos vieran la televisión porque “es bueno para su cerebro”. De esta manera, a los dos años, el 70% de los niños ya ven la televisión.

Además, la televisión afecta al niño a través del deterioro que produce en la relación entre padres e hijos. Heather Kirkorian y sus colegas de la Universidad de Massachussets en Amherst, ponen al padre o la madre junto con su hijo de uno a tres años en una sala simulada en el laboratorio, durante una hora, estando media hora con la televisión encendida y la otra media con el aparato apagado. Con la televisión encendida, los padres dedican un 20% menos de tiempo a conversar o jugar con el hijo. Es evidente que, incluso como ruido de fondo, la televisión distrae la atención lo suficiente como para que se rompa la relación padre-hijo.

*Christakis, D.A. 2009. The effects of infant media usage: what do we know and what should we learn? Acta Paediatrica 98: 8-16.

*Kirkorian, H.L., T.A. Pempek, L.A. Murphy, M.E. Schmidt & D.R. Anderson. 2009. The impact of background television on parent-child interaction. Child Development 80: DOI:10.1111/j.1467-8624.2009.01337.x

*Manganello, J.A. & C.A. Taylor. 2009. Televisión exposure as a risk factor for aggressive behavior among 3-year-old children. Archive of Pediatrics & Adolescent Medicine 163: 1037-1045.

*Primack, B.A., B. Swanier, A.M. Gaorgiopoulos, S.R. Land & M.J. Fine. 2009. Association between media use in adolescence and depression in young adulthood. Archives of General Psychiatry 66: 181-188.

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