Quizá no haya ética sin empatía.
Javier Cercas
En un primer trabajo con 61 estudiantes holandeses, de ellos 47 son mujeres, y una edad media de 19.3 años, los sientan en cubículos cerrados y les asignan, al azar, situaciones de mucho y de poco poder. Les pasan cuestionarios para averiguar cómo se sienten según la situación que se les ha dado y se les hace tomar decisiones ante asuntos tales como las reglas de tráfico, el pago de impuestos o la devolución de una bicicleta robada. Descubren que los que son poderosos y les gusta serlo critican la charla de los demás mientras ellos charlan igual o hacen trampas para ganar billetes de lotería con el juego de los dados. Además, se excusan a sí mismos pero condenan a los demás al juzgar el exceso de velocidad, la evasión de impuestos o el robo-préstamo de una bicicleta.
Según los autores, esta hipocresía del poder es potente en aquellos que sienten que son legítimamente poderosos, es decir, que se lo merecen. En cambio, las personas que no están a gusto con el poder, son más duros consigo mismos que con los demás. Es lo que Lammers llama “hipercresía”, como contrario a hipocresía.
Estas son las decisiones que toman los poderosos y, ahora, Lammers va a desvelar qué influye en el mecanismo de la toma de decisiones. El mucho poder toma decisiones morales basadas en reglas (códigos deontológicos como el de médicos, periodistas y otras profesiones). Por el contrario, en los que tienen menos poder las decisiones se toman según las consecuencias. Así, para juzgar si una decisión es correcta, los poderosos miran si se cumplen las reglas y los no poderosos evalúan las consecuencias para las personas de las decisiones que se toman. En la misma línea, el poderoso es estricto y el menos poderoso gusta de las excepciones. Sin embargo, las decisiones basadas en reglas se relajan cuando se aplican al propio poderoso.
Y el poder también deshumaniza. Lammers plantea un experimento con 50 estudiantes que asumen el papel de cirujano jefe, cirujano y enfermero, y se tienen que enfrentar a una situación difícil para elegir el tratamiento para un enfermo. El más poderoso, el cirujano jefe, siempre elige el método más eficaz pero también el más doloroso.
En resumen, el poder corrompe, o por lo menos relaja, y además deshumaniza.
*Lammers, J. & D.A. Stapel. 2009. How power influences moral thinking. Journal of Personality and Social Psychology 97: 279-289.
*Lammers, J. & D. Stapel. 2010. Power increases dehumanization. Group Processes and Intergroup Relations DOI:10.1177/1368430210370042
*Lammers, J., D.A. Stapel & A.D. Galinsky. 2010. Power increases Hypocrisy. Moralizing in reasoning, immorality in behavior. Psychological Science 21: 737-744.