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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Nube de cenizas

1816 fue El año sin verano. Ya hablamos de ello; el volcán Tambora, en la isla de Sumatra, tuvo una violenta erupción el año anterior, 1815, e inyectó en la estratosfera, por encima, más o menos, de los 11000 metros, tremendas cantidades de humo y cenizas. En los años siguientes se produjo un enfriamiento en verano del Hemisferio Norte. Las temperaturas cayeron una media de 0.5ºC y, en Inglaterra, fue el mes de julio más frío que se recordaba. Otras erupciones más cercanas a nosotros y que han influido de alguna forma en el clima son las de los volcanes St. Helens, en 1980 y en Estados Unidos, Nevado del Ruiz, en 1985 y en Colombia, y Pinatubo, en 1991 y en Filipinas.

En las últimas semanas, la erupción del volcán islandés Eyjafjalla ha expulsado una nube de cenizas y humo a la atmósfera y ha colapsado durante unos días el tráfico aéreo en Europa. La nube, por lo que sé, se mantuvo entre 5500 y 11000 metros y, aunque por poco, no parece que haya llegado a la estratosfera. Si alcanza la estrosfera, es difícil de eliminar de la manera habitual, por deposición lenta en la superficie, ayudada por el viento y la lluvia. Se extendería por todo el planeta, sobre todo por el Hemisferio Norte, con lentitud y, con seguridad, afectaría al clima planetario al impedir que parte de la radiación solar llegase a tierra. Así ha ocurrido varios veces, como con el mencionado Tambura o con la tremenda explosión del Krakatoa en 1883 que provocó los más hermosos crepúsculos que se podía imaginar. Hay quien dice que los colores del cuadro El grito, del noruego Edvard Munch, que lo terminó en 1893, después de cuatro versiones, se basan en los crepúsculos del Krakatoa.

John Andrew nació en 1763 y trabajó como granjero cerca de Manchester, en Inglaterra. Entre abril de 1815 y junio de 1829 escribió un detallado diario sobre el tiempo en la zona en que vivía. Tiene 4652 entradas y cada entrada detalla la dirección del viento y el tiempo que hace a la mañana, a mediodía y a la tarde, además de unas unidades G que podrían ser la presión atmosférica aunque no se conoce cómo la medía.

D.S. Lee y A.R. MacKenzie, de la Universidad de Lancaster y del Servicio Metereológico de Gran Bretaña, respectivamente, han transcrito los datos de John Andrew a una base de datos y han intentado relacionar los cambios con acontecimientos conocidos por nosotros. Con las unidades G, y por comparación entre ellas, se puede ver cuando la medida es más baja, lo que indicaría bajas presiones y borrascas, y este dato unido al frío en verano y a la lluvia, permiten localizar los puntos con peor tiempo. El peor tiempo se da en 1816, 1817 y 1823. Los dos primeros años apuntan claramente a la erupción del Tambora y al año sin verano que, por lo que se ve, fueron más bien dos años sin verano. El segundo año de mal tiempo, 1823, según los autores, corresponde al año siguiente a la erupción de otro volcán, el Galunggung, también de Indonesia, el mes de octubre de 1822. Así, como parece habitual, al año siguiente es cuando el mal tiempo llegó a Inglaterra y John Andrew lo pudo anotar en su minucioso diario. No parece probable que tuviera noticias, en el momento de pasar los datos a su diario, de la erupción de los dos volcanes al otro extremo del planeta.

*Lee, D.S. & A.R. Mackenzie. 2009. Trans-hemispheric effects of large volcanic eruptions as recorded by an early 19th century diary. International Journal of Climatology DOI:10.1002/joc.2034

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