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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Efecto Macbeth

Después del Efecto Mozart de hace unos días, ahora llega el Efecto Macbeth. Quizá para nuestra cultura, más católica que shakesperiana, quedaría mejor como Efecto Pilatos pues trata de la necesidad de lavarse después de haber hecho una mala acción o, lo que es lo mismo, de limpiar el pecado cometido o, como verán, el pecado por cometer. El nombre se lo pusieron Chen-Bo Zhong y Katie Liljenquist, de la universidades de Toronto y Noroeste de Chicago respectivamente, después de varios estudios en los que encuentran que, después del pecado, aparece una mayor presencia de términos relacionados con la limpieza, un mayor porcentaje de personas que eligen como regalo toallitas antisépticas en vez de un lápiz, y un mayor deseo de utilizar productos de limpieza. Por otra parte, describen que, después de lavarse las manos, se desarrolla un mayor deseo de ayudar al prójimo.

En la misma línea de investigación, pero dando la vuelta al planteamiento inicial, Simone Schnall y su grupo, de la Universidad de Plymouth, en Inglaterra, han encontrado que los juicios morales son más benévolos si los que juzgan han utilizado con anterioridad términos relacionados con la limpieza. Ni siquiera tienen que lavarse, vale con que los conceptos relacionados con la limpieza se activen en su cerebro. Después, juzgando las mismas situaciones (comerse un perro muerto, para salvar un autobús de un accidente debe morir una persona para salvar a otras cinco, quedarse con el dinero de una cartera encontrada en el suelo, matar a un accidentado para evitar que quede en coma,…), los que han sido manipulados con términos de limpieza serán más benévolos.
Y, para terminar, recientemente el grupo de Zhong y Liljenquist, con el que empezábamos a hablar de limpieza y moral, y siguiendo una línea lógica de pensamiento, ha planteado una hipótesis provocativa: los olores limpios motivan una conducto virtuosa. Como les ocurre a los autores, a mí también hablar de olores y sabores y acordarme de Marcel Proust es todo uno, y en consecuencia, este sería el Efecto Proust.
En su experimento, el olor “moral” proviene de un spray marca Windex con aroma a limón. El experimento mide la necesidad de decir la verdad en un juego entre personas que han estado en una habitación con el spray o en otra sin olores; además, durante el experimento se les hace cambiar de habitación para que todos pasen por las dos situaciones. Ganan por mucho, más o menos el doble, y son por tanto más veraces aquellos que han pasado por la habitación con aroma de limón. En el segundo experimento, con un protocolo igual, se mide el deseo de los sujetos a unirse a una ONG de ayuda a los demás, es decir, se mide nada menos que la caridad de los participantes. Y de nuevo ganan los que huelen a limón.
Como ven, para mejorar el mundo en que vivimos y no mentirnos y ayudarnos unos a otros, se necesitan cantidades industriales de aroma de limón en el spray marca Windex. El experimento está bien planteado, estadísticamente es fiable, los resultados y las conclusiones son ajustadas y, sin embargo, ¿no os parece demasiado fácil? ¿Quizá un pelín ingenuo?
*Liljenquist, K., C.-B. Zhong & A.D. Galinsky. 2010. The smell of virtue: Clean scents promote reciprocity and charity. Psychological Science, en prensa
*Schnall, S., J. Benton & S. Harvey. 2008. With a clean conscience. Cleanliness reduces the severity of moral judgments. Psychological Science 19: 1219-1222.
*Zhong, C.-B & K. Liljenquist. 2006. Washing away your sins: Threatened morality and physical cleansing. Science 313: 1451-1452.

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Por Eduardo Angulo

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