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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Falta

Cualquiera que sea aficionado al fútbol sabe que el árbitro se equivoca como “toda persona humana” (sic), según declaración mil veces repetida. A pesar de ello, las autoridades futbolísticas se niegan a utilizar las nuevas tecnologías (avisos electrónicos, grabacionaes de video,…) para tomar decisiones más acertadas, como ya ocurre en otros deportes. Según la FIFA, el uso de estas tecnologías daría la falsa ilusión de objetividad técnica que, de hecho, puede inducir otro tipo de errores o distorsionar el juego. Pero todos sabemos que detalles como el color del uniforme, las faltas previas, la reputación de un jugador o de un equipo o, incluso, el ánimo de la afición, influyen en las decisiones de los árbitros de fútbol.
Y, según la investigación de Niels van Quaquebeke y Steffen Giessner, de la Universidad Erasmus, de Rotterdam, también influye la altura del jugador. Por iunvestigaciones previas en biología evolutiva y lingüística, siempre se relaciona una mayor altura con una mayor fuerza, poder, agresividad y dominancia, y este prejuicio inconsciente influye en las decisiones de los árbitros y, de igual manera, en el juicio de los hinchas. Para demostrarlo,los autores han estudiado, para las últimas siete temporadas, las 32142 faltas de la Liga de Campeones, las 85262 faltas de la Bundesliga y las 6440 faltas de los tres últimos Campeonatos del Mundo. El resultado es claro: se pitan más faltas a los más altos, aunque la diferencia de altura media sea poco más o menos de un centímetro, e incluso aunque no se haya cometido ninguna infracción. Curiosamente, la mayor parte de las faltas se las hacen los centrocampistas, en realidad no muy altos, entre sí; los defensas hacen faltas a los delanteros, pero también al revés, los delanteros a los defensas.
Además, montan otro experimento con voluntarios, todos ellos jugadores de fútbol por placer o en equipos aficionados, y les muestran una escena grabada de la disputa por el balón entre dos jugadores de diferente altura al final de la cual uno de ellos, a veces el alto y otras el bajo, queda en el suelo. Se les pregunta quién ha cometido falta y se castiga con mayor frecuencia al alto cuando es el bajo el que está en el suelo que al contrario, es decir, al bajo cuando es el alto el que acaba en la hierba. Como ven, la altura es siempre un handicap para el juicio del árbitro.
Pero, en el fútbol el árbitro se enfrenta no sólo a sus propios prejuicios sino también a las trampas de los jugadores. Y esto es lo que han investigado Paul Morris y David Lewis, de la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra. En un primer estudio, los investigadores presentan, a 315 voluntarios, imágenes de video, tomadas de la Liga inglesa, y les piden que las clasifiquen como que el jugador intenta engañar al árbitro, como que no lo intenta o, como tercera opción, que no están seguros de lo que ha ocurrido. Es difícil ser árbitro puesto que la respuesta mayoritaria es la inseguridad: no se sabe si el jugador engaña o no.
Pero lo más interesante de este estudio es que intenta averiguar las conductas de los jugadores cuando intentan engañar al árbitro. Para ellos enseñan diversas jugadas a 30 obervadores experimentados y concluyen que hay un gran acuerdo entre la intención de engañar del jugador y el juicio acertado del observador.
Morris y Lewis descubren que hay cuatro conductas que indican que el jugador finge la caída:
-cuando se agarran partes del cuerpo que no han sido tocadas en el contacto con el contrario
-cuando exageran de más al tocar el suelo
-cuando después del contacto dan algunos pasos controlados y luego se caen
-cuando levantan ambos brazos con las manos abiertas, echan el tórax hacia atrás y doblan las piernas hacia atrás, tomando en conjunto la figura de un arco, como se ve en la fotografía
Esta última postura, como un arco, es única e imposible: en primer lugar, si se levantan ambas piernas del suelo doblando las rodillas, la caída es inevitable, y en segundo lugar, si uno se cae, no levanta los brazos sino que los echa hacia adelante para amortiguar el golpe contra el suelo o hacia los lados para recuperar el equilibrio. Aunque esta conducta es absurda, el jugador cree que exagerando el histrionismo de la caída es más fácil convencer al árbitro de que ha habido falta.

*Morris, P.H. & D. Lewis. 2009. Tackling diving: The perception of deceptive intentions in association football (soccer). Journal of Nonverbal Behavior DOI 10.1007/s10919-009-0075-0
*van Quaquebeke, N. & S.R. Giessner. 2010. How embodied cognitions affect judgements: Height-related attribution bias in football foul calls. Journal of Sport & Exercise Psychology 32: 3-22.

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