Hace unas semanas hablamos de instintos desatados y de terribles mordiscos (querida Anasan, aquí va lo prometido). La bibliografía que demuestra que nos mordemos unos a otros (también nos amamos unos a otros y, a veces, coinciden en lugar y hora amores y mordiscos) es abundante. Por ejemplo, Robert Griego y sus colegas, del Colegio Baylor de Medicina de Houston, ya escribían en 1995 que la mitad de los estadounidenses sería mordido por otro bicho, incluyendo entre los bichos a las personas, por lo menos una vez en su vida; más o menos, esto significa unos dos millones de mordiscos al año, la mayoría de los cuales no son graves y no demandan servicios médicos. A pesar de todo, el 1% de las visitas a urgencias se deben a mordiscos. Las mordeduras humanas ocupan el tercer lugar, tras perros (80-90%) y gatos (5-15%), con un porcentaje muy variable que va del 3% hasta el 23% en ambientes urbanos. En los hombres, los mordiscos suelen ser mordidos en manos, brazos y hombros, y en las mujeres en pechos, genitales, piernas y brazos.
En la India debe ocurrir algo parecido, tal como nos recuerdan Pradnya Patil y su grupo, del Hospital KEM de Mombay. En un estudio sobre 388 pacientes con mordiscos humanos que han acudido a su hospital, los autores encuentran que las víctimas tienen una edad media de 28 años, aunque van de los 16 a los 78 años en las edades extremas, y el 50,3% tiene la mordedura en la mano o en los dedos, el 23,5% en una extremidad y el 17,8% en el cuello o la cabeza.
Y, para acabar, vamos a Inglaterra. Allí, Mark Harrison, del Hospital de la Universidad James Cook de Middlesbrough, ha hecho un estudio similar con pacientes que llegaron con mordeduras al hospital entre los años 2003 y 2006. En primer lugar, el propio autor sostiene que la cultura de la borrachera semanal, tan propia de Inglaterra, es la culpable de que se sigan produciendo este tipo de heridas. En segundo lugar, nos dice que suponen el 0,1% de las visitas a urgencias, lo que supone diez veces menos de lo que ocurría en Estados Unidos. Harrison identifica 3136 casos de mordeduras, de los que 421 son humanas (o sea, una cada tres días); la mayoría se producen en jóvenes entre 16 y 25 años. Todos los autores destacan la peligrosidad de estas heridas pues se infectan con mucha facilidad; antes de la existencia de los antobióticos, más de un tercio de los mordidos en una extremidad la perdían por la aparición de gangrena. Sin embargo, Harrison afirma que, en los casos que ha estudiado, el 17% no recibe antibióticos o el 21% no es vacunado contra el tétanos. Por mordeduras humanas hay casos demostrados de transmisión de bacterias, como el Clostridium del tétanos, o de virus como herpex, hepatitis o SIDA. En todo caso, la recuperación es difícil y costosa en tiempo y sufrimiento.
*Griego, R.D., T. Rosen, I.F. Orengo & J.E. Wolf. 1995. Dog, cat, and human bites: A review. Journal of American Academy of Dermatology 33: 1019-1029.
*Harrison, M. 2009. A 4-year review of human bite injuries presenting to emergency medicine and proposed evidence-based guidelines. Injury 40: 826-830.
*Patil, P.D., T.S. Panchabhai & S.C. Galwankar. 2010. Managing human bites. Journal of Emergencies Trauma and Shock 2: 186-190.