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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Racismo

Entre el decir y el hacer, a menudo, hay una gran distancia. Lo asegura la sabiduría popula y algo así ocurre en cuanto al racismo que escondemos en nuestras más profundas raíces biológicas. No nos gustan los extraños; quizá con la educación podamos canalizar esta tendencia hacia otro rumbo pero, nunca debemos olvidarlo, llevamos miles de años educando a nuestros jóvenes y legislando para evitar que nos matemos unos a otros, y lo seguimos haciendo, incluso obligados por quienes nos enseñan a no matar y por quienes legislan contra la muerte.

En fin, que Kerry Kawakami y sus colegas, de la Universidad York, de Toronto, en Canadá, estudiaron nuestro racismo subyacente y se encontraron con respuestas que no habían previsto y que, además, no querían encontrar. En primer lugar, y a 120 participantes que autodefinían su raza (negro, asiático, pakistaní, etc.), les expusieron, por medio de un “provocador”, a un insulto racista contra los negros que, es obvio, no participaban en el experimento. Para ello, entran en una habitación, en la que hay un negro, un participante en el estudio y el “provocador”. Al negro le llaman por el móvil, y al salir de la habitación para responder, golpea sin querer suavemente en la rodilla del “provocador”. Una vez que el negro ha salido, el “provocador” puede no decir nada, hacer un comentario racista suave o hacer un comentario realmente insultante contra los negros. A continuación, vuelve el negro junto con el organizador del experimento que interroga al participante sobre cómo se encuentra y, después de anotar la respuesta, le solicita que elija, entre el blanco y el negro, el compañero para la próxima fase del trabajo. Por otra parte, otros participantes en los experimentos, después de escuchar lo que ha ocurrido en el experimento anterior, se les pide que pronostiquen por escrito lo que ellos harían en una situación semejante.

No vamos a entrar en detalle en los resultados pero hay dos que destacan sobre el resto: cuando se pregunta a los blancos cómo se sienten después de un incidente racista, el 85% se siente mal y no se sentiría tranquilo junto al racista pero, sin embargo, el 63% de ellos lo elige como compañero para realizar el trabajo que se le pide. Como ven, del dicho al hecho…, si nos atenemos al refranero.

También es cierto que nuestra toma de decisiones es, a veces, de lo más especial e, incluso, desconcertante. Por ejemplo, Daniel Gilbert y su equipo, de la Universidad de Harvard, plantearon un experimento, con estudiantes universitarios, en el que descubrieron, asombrados, que su reacción afectiva ante un suceso dependía más de la opinión de personas cercanas que de lo que conocían del propio suceso. Y, además, ni ellos mismos se creen que esto sea cierto. En consecuencia, si la decisión de cada uno depende en gran manera de la de una persona cercana anterior y esto se transmite de uno a otro como una infección, así se puede llegar a entender el comportamiento, a veces irracional, de grupos y multitudes.

*Gilbert, D.T., M.A. Killingsworth, R.N. Eyre & T.D. Wilson. 2009. The surprising power of neighborly advice. Science 323: 1617-1619.

*Kawakami, K., E. Dunn, F. Karmali & J.F. Dovidio. 2009. Mispredicting affective and behavioral responses to racism. Science 323: 276-278.

*Sampedro, J. 2009. La base visceral del racismo es resistente a la educación. El País 9 enero.

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