El altruismo, según el Diccionario de la Lengua es la Diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. En biología evolutiva, los debates entre los partidarios del altruismo y los que apoyan la lucha entre los individuos y las especies como motores de la evolución, vienen desde el siglo XIX, casi desde la misma publicación de El origen de las especies. Por ejemplo, Kristine Theurer y Andrew Wister, de la Universidad Simen Fraser, de Vancouver, en Canadá, han demostrado recientemente la conducta altruista en 4486 canadienses de más de 65 años. Los autores miden su altruismo a través de la dedicación a los demás según las horas por mes que dedican a actividades de voluntariado o a ayudar a otros, sin contar las dedicadas a la familia y los amigos. En una comunidad concreta, el capital social existente se mide por medio de indicadores como el sentimiento de pertenencia, la confianza en los vecinos y las actividades en grupo. Es fácil plantear la hipótesis de que altruismo y capital social están relacionados y que, a más altruismo y más capital social, más bienestar, felicidad y satisfacción vital encontraremos entre los componentes del grupo. Los resultados de la investigación de Theurer y Wister indican que los grupos con mayor capital social previo son más altruistas y dedican más tiempo al bienestar de los individuos del grupo. En mi opinión, en el debate altruismo-agresividad, son los partidarios del altruismo los que más se acercan a la realidad del comportamiento de la especie humana.
Sin embargo, cuando uno profundiza en la conducta de nuestra especie, encuentra, a veces, resultados por demás curiosos. Por ejemplo, el trabajo de Karen Page Winterich y su grupo, de la Universidad A&M de Texas, demuestra que el altruismo tienen un sesgo de género y, por lo tanto, se revela diferente en hombres y mujeres. En este trabajo, los autores miden el altruismo a través del dinero que se da para ayudar a personas de la propia comunidad o a personas de un país extranjero. Si es un hombre, dará más dinero a las personas de su propia comunidad y, si es una mujer, dará la misma cantidad a los cercanos y a los extranjeros. Así, los hombres ayudan a personas con los que se sienten identificados (vecindad, raza, religión, costumbres), mientras que las mujeres lo hacen basadas en un enfoque más amplio de lo que significa humanidad.
También influye lo que los autores llaman identidad moral, es decir, no la moral del individuo en general, sino la necesidad de cuidar a sus semejantes que, en determinados momentos más o menos numerosos, siente cada miembro de la especie humana: ¿recuerdan los voluntarios que limpiaban el chapapote durante el desastre del Prestige?; pues algo así. Los autores ofrecen a los participantes la posibilidad de ayudar con dinero a los damnificados del Katrina (en Estados Unidos; comunidad cercana), del tsunami del Oceáno Índico (comunidad lejana) o a nadie. Las mujeres con gran identidad moral dan dinero para el Katrina y el tsunami; las de baja identidad moral, sólo al Katrina. En cambio los hombres con alta identidad moral dan dinero al Katrina y rara vez al tsunami; y, si tienen baja identidad moral, se guardan su dinero y no se lo dan a nadie.
*Page Winterich, K., V. Mittal & W.T. Ross, Jr. 2009. Donation behavior toward in-groups and out-groups: the role of gender and moral identity. Journal of Consumer Research 36: DOI:10.1086/596720
*Theurer, K. & A. Wister. 2009. Altruistic behaviour and social capital as predictors of well-being among older Canadians. Ageing and Society DOI:10.1017/S0144686X09008848