Rupert Sheldrake fue un bioquímico y fisiólogo vegetal con cierto prestigio en los ámbitos científicos. Digo fue, no por haber muerto, sino porque desde los años ochenta pasó a desarrollar una “nueva ciencia de la vida” en la que todos los organismos guardábamos una “memoria común” que nos relacionaba estrechamente e influía decisivamente en nuestro desarrollo. En fin, que, como algunos otros científicos en la historia de la ciencia, se pasó a la pseudociencia y allí quedó atrapado. En unos de sus libros más curiosos y legibles, y hasta divertido si uno se lo toma en serio, titulado “Siete experimentos que pueden cambiar el mundo: Una guía para revolucionar la ciencia”, propone esos estudios que, para él, son de máxima importancia. Así los describe, con brevedad, al principio de cada capítulo: Animales de compañía que saben cuándo regresan sus dueños, ¿Cómo se orientan las palomas hacia su casa?, La organización de las termitas, La sensación de que nos están mirando, La realidad de los miembros fantasma, La variabilidad de las “constantes fundamentales”, y Efectos de las expectativas de los experimentadores. Como ven, algunos de estos temas los hemos tratado y otros los expondré más adelante, pero todos con el suficiente apoyo experimental. En realidad, algunos están siendo estudiados desde hace años por científicos serios y, más o menos, se conocen las respuestas. De todas formas, ninguno me parece que sea capaz de cambiar el mundo.
Pero, en 1999, Sheldrake publicó un artículo sobre “La sensación de que nos están mirando”, que da la cuestión por demostrada y zanjada. Según el autor, cuando el sujeto se siente mirado y nadie le mira, acierta en el 50% de los casos; y cuando alguien le mira, acierta en el 60%. Incluso es rápida la sensación de ser mirado, entre 10 y 20 segundos. Los resultados se repiten en Estados Unidos, Alemania y con voluntarios de todo el mundo, aunque en estos casos se acierta más cuando no se mira que cuando se mira. Todos los que participaron en la investigación sabían que era lo que se intentaba demostrar.
Dejando ya a Sheldrake con sus curiosas cavilaciones, vamos a seguir hablando de miradas. Por ejemplo, Matthias Klein, de la Universidad de Barcelona, acaba de demostrar que es la mirada, que son los ojos el rasgo del rostro que más información nos da para reconocerlo; mucho más que la boca o la nariz, la mirada es lo más importante. Según Klein, y después de trabajar con 868 imágenes de hombres y 868 de mujeres, los ojos son la característica del rostro que envía información al cerebro con menos ruido de fondo, es decir, con una mayor nitidez.
Pero en esto de las miradas, no sólo nos entendemos entre nosotros, dentro de la especie humana. Según Auguste von Bayern y Nathan Emery, de la Universidad de Cambridge, también las grajillas (Corvus monedula) son capaces de reconocer nuestra mirada. No es habitual esta conducta entre los animales; la mayor parte de las especies rehuyen la mirada y tienen, en lenguaje técnico, reacciones aversivas a los ojos. Sin embargo, la grajilla, que tiene unos ojos cuya morfología los hace similares a los nuestros, son capaces de reconocer nuestra mirada e, incluso, de utilizar hacia dónde miramos para encontrar alimento. von Bayern y Klein aseguran que, en realidad, confunden nuestra mirada con la de otra grajilla, al ser los ojos parecidos, y la siguen para buscar alimento porque eso es lo que harían normalmente, ya que son una especie muy sociable.
Y, ya para acabar, también la mirada de las aves sirve para que se reconozcan a sí mismas. Koji Toda y Shigeru Watanabe, de la Universidad Keio, de Tokio, han demostrado que las palomas domésticas (Columba livia), también llamadas bravías, son capaces de reconocerse a sí mismas en imágenes de video, más o menos al mismo nivel que un niño de tres años. Lo hacen en unos segundos después de tomar la imagen en video y verse de nuevo a sí mismas.
*von Bayern, A.M.P. & N.J. Emery. 2009. Jackdaws respond to human attentional states and communicative cues in different contexts. Current Biology 19: 602-606.
*Klein, M.S. 2009. “I look in your eyes, honey”: Internal face features induce spatial frequency preference for human face processing. PLoS Computational Biology 5: doi:10.1371/journal.pcbi.1000329
*Sheldrake, R. 1999. The “Sense of being stared at” confirmed by simple experiments. Rivista di Biologi / Biology Forum 92: 53-76.
*Toda, K. & S. Watanabe. 2008. Discrimination of moving video images of self by pigeons (Columba livia). Animal Cognition 11: 699-705.