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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Sopa de tomate

Imaginen una mesa de restaurante de 1,9 por 1,2 metros, preparada para comer cuatro personas. Colocamos los cuatro platos y los llenamos con una nueva receta de sopa de tomate, e invitamos, por turnos, a 54 personas a probar la receta y les pedimos que nos comenten la calidad del plato, la cantidad que han comido y cómo se sienten al acabar la comida. Los comensales tienen entre 18 y 47 años, con una media de Índice de Masa Corporal de 24,9, y proceden de un entorno universitario. Todo perfecto; parece un montaje pensado para ilustrar una futura campaña de publicidad sobre las excelencias de la sopa de tomate. Pero no es lo que parece; hay trampa.

Brian Wansink y sus colegas de la Universidad Cornell, de Ithaca, en Nueva York, plantearon el experimento con otras intenciones. Todos los platos están sujetos a la mesa, y dos de ellos, situados en diagonal, tienen un pequeño orificio en el fondo conectado a un tubo de goma y a un depósito de sopa de tomate. De esta forma, según el sujeto come, se le introduce más sopa de tomate en el plato; no tan rápido como para que desborde, ni tan lento como para que acabe viendo el agujero de la base del plato. El ritmo es tal que el plato se llena en unos 20 minutos, y así conseguimos que, según el sujeto come la sopa, el ritmo de vaciado del plato se reduce en un 60%. Para hacernos una idea, en cada plato cabe, más o menos, medio kilo de sopa de tomate.

Los que comen de los platos sin fondo (como dice el título del artículo) comen más sopa, casi el doble (un 73%), que los que comen en platos sin trampa y, sin embargo, no creen haber comido más de lo normal ni se sienten más saciados de lo habitual. Extraordinario; los psicológos acaban de descubrir otra manera de engañarnos. Como dicen Wansink y sus colegas, es que acostumbramos a contar calorías con los ojos y no con los estómagos y, esto, claro, es un error de bulto.

Me pregunto si este experimento puede ayudarnos a extraer alguna conclusión del hecho indiscutible de que, en la nueva cocina, cada vez ponen menos comida en el plato. ¿Será para que se termine con rapidez y sintamos siempre más hambre, hasta llegar a la rendición total, y acabemos comiendo cualquier cosa que nos den, incluso algunas que no sabemos ni qué son ni cómo las han preparado?

(Sospecho que este trabajo recibio un Premio IgNobel, pero no lo recuerdo con seguridad)

*Wansink, B., J.E. Painter & J. North. 2005. Bottomless bowls: Why visual cues of portion size may influence intake. Obesity Research 13: 93-100.

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Por Eduardo Angulo

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