El hombre tiene miedo a la muerte. Para atenuar el miedo, evita riesgos que pongan en peligro su existencia. La fe en su grupo y su cultura y la autoestima personal proporcionan una especie de escudo psicológico contra el miedo y la ansiedad ante la muerte inevitable. Sin embargo, hay momentos en que la escondida muerte pasa a primer lugar de nuestra vida: desastres naturales, guerras, ataques terroristas,… Y nuestra reacción parece, en esos casos, extraña e impredecible. Por ejemplo, según nos cuenta Julia Cosgrove, en Estados Unidos, después del ataque de las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, aumentó de manera escandalosa la venta de coches Porsche 911 Carrera, con un precio de $75.000 o más. Según varios estudios, aquel día, muchos americanos declararon que “para aprovechar el día” lo mejor era ir de compras. Y no sólo de compras, sino comprar lo más caro, de lujo, o gangas hasta llenar los armarios de alimentos en conserva, o consumir dulces y helados hasta no poder más. Aquí quizá lo podríamos traducir porque, como está demostrado, no hay mejor manera de vencer a la muerte que una buena y salvaje Fiesta de Carnaval.
Pero Naomi Mandel y Dirk Smeesters, de la Universidad del Estado de Arizona, en Tempe, llegan más lejos y descubren que 32 estudiantes, después de describir su idea de su propia muerte, compran y consumen más comidas y bebidas que los individuos control. Y no sólo aquellas comidas y bebidas que se consideran como un capricho antidepresivo, sean los helados o el chocolate, sino también frutas, verduras, carne, conservas, aperitivos, bebidas y congelados. En resumen, mucho más de lo que necesitan, y esto quizá signifique que no es el comer y el beber lo que buscan, aunque se utilice como excusa, sino el propio hecho de comprar lo que distrae y hace olvidar a la muerte. Y además, el efecto se exagera en los sujetos con baja autoestima.
¿Será esta una de las razones de que, viendo la televisión según el post anterior, nos levantemos tantas veces a picar algo en la nevera? ¿Cada muerto, un helado; cada herido; una galleta; cada mancha de sangre, un poco de morcilla, por afinidad? Preguntas sin respuesta. Pero algún día la tendrán.
*Cosgrove, J. 2001. What-the-Hell consumption. Business Week October 29, p. 12.
*Mandel, N. & D. Smeesters. 2008. The sweet escape: Effects of mortality salience on consumption quantities for high- and low-self-esteem consumers. Journal of Consumer Research 35: 309-323.