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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Perros (II)

Ya escribí de perros hace unas semanas, pero ahora tengo más noticias. La mayoría proceden de Jean-Louis Millot, de la Universidad de Besançon, en Francia, que lleva desde hace años una interesante línea de investigación sobre la relación de las mascotas familiares (perro, gato) con los niños de la casa. Por ejemplo, los niños de 6 a 30 meses son capaces de distinguir entre un animal, perro o gato, y un muñeco que los reproduzca aunque sea capaz de moverse, ladrar, ronronear, etc. El niño se acercará primero al animal vivo y le tocará, hablará o sonreirá siempre en primer lugar. O, si se les pide a niños de más edad que dibujen escenas con animales, como dice Millot, entre todos los dibujos se puede sumar un Arca de Noé: desde invertebrados como mariposas o lombrices hasta mamíferos, que siempre son los más numerosos. A veces hay escenas de caza o de ataques de un depredador a su presa; las niñas nunca dibujan estas escenas. En cambio, en sus dibujos a menudo aparecen madres con sus crías.

¿Y cómo reconoce un perro al niño de su casa? Primero por el olor, es obvio y cualquiera que se haya fijado en su comportamiento lo habrá adivinado. Si ya conoce al niño, le huele la cara, los brazos y las manos, y además lo hace a menudo cuando está en su compañía. Si no conoce al niño, olerá la zona genital en primer lugar, como hace con los adultos; quizá esa zona le proporciona datos esenciales de su identidad olorosa y, después, los detalles llegan de la parte superior del cuerpo: cara, brazos y manos.

Si se coloca al animal ante un muñeco vestido con las ropas de “su” niño, el perro se acercará si la postura es amigable: por ejemplo, el muñeco está de rodillas y con una mano hacia adelante como para acariciar. Si la postura es más amenazante, de pie y con un brazo elevado como para golpear, el perro será más renuente a acercarse. Si el muñeco está vestido con las ropas de otro niño, el perro lo tratará como a un extraño.

Y hay que tratar al perro con justicia pues parece poseer una versión primitiva de aversión hacia la desigualdad. Friederike Range y su equipo, de la Universidad de Viena, han demostrado que si dos perros hacen la misma labor y, en vez de ser recompensados por igual, sólo uno recibe un premio (puede ser una salchicha), a la siguiente tarea que se les encomienda, el no recompensado no la hace o se hace el remolón y tarda más en llevarla a cabo. Es decir, que los perros odian la desigualdad y, creo que se puede afirmar, pueden ser un poco envidiosos.

*Millot, J.-L. 1994. Olfactory and visual cues in the interaction systems between dogs and children. Behavioural Precesses 33: 177-188.

*Millot, J.-L. 1996. Les interactions entre le jeune enfant et l’animal familier. Devenir 8: 43-60.

*Millot, J.-L., F. Bonnin & A. Eckerlin. 1993. Étude expérimentale des modalités olfactives et visuelles dans les systèmes de communication entre l’enfant et le chien familier. Comptes Rendues de la Société de Biologie 187: 666-677.

*Range, F., L. Horn, Z. Viranyi & L. Huber. 2008. The absence of reward induces inequity aversion in dogs. Proceedings of the Nationa Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.0810957105

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