La posibilidad de sufrir algún tipo de demencia en los últimos años de la vida, con lo que ello supone de pérdidad de calidad de vida, no sólo para el sujteo, sino también para sus cuidadores, ha llevado a muchos investigadores a estudiar indicadores de esa posible demencia en edades más tempranas. Una de las líneas de investigación propone que el desarrollo embrionario es, según sea adecuado o no, un buen método de predecir la demencia senil. Y, además, según estudios anteriores, el desarrollo embrionario se puede deducir de las características físicas del adulto. Por ejemplo, de la altura, la longitud de la piernas o la envergadura de los brazos (puestos los brazos extendidos en cruz, medir del extremo de los dedos de una mano hasta los de la otra). Así, Zanete Mak y sus colegas, del King’s College de Londres, midieron la longitud de las piernas de 290 negros de origen caribeño que viven en Londres y les sometieron a diversos tests para evaluar sus caractrísticas cognitivas. Después de tres años, se repiten las pruebas a 216 de ellos. Mak y su grupo encontraron que las piernas cortas se asocian con el sexo femenino, clase social baja, hipertensión y diabetes, pero no hay relación directa con el desarrollo de cualquier tipo de demencia. Por lo tanto, no hay relación entre la longitud de las piernas y la demencia (no olvidar que hace algunas semanas comenté un trabajo que demostraba que, para la elección de pareja, nos gustan las piernas largas pero que no sobrepasen el 5% de la longitud habitual).
Pero quién sabe si lo que no se demuestra en los negros caribeños que viven en Londres se puede demostrar en los coreanos que viven en Corea. Jae-Min Kim (fijémonos que también firma el trabajo anterior) y su grupo, de la Universidad Nacional Chnnam, en Kwangju, Corea, hacen las mismas medidas que Zanete Mak en 916 coreanos y, además, miden la circunferencia de la cabeza. Como en Inglaterra, encuentran que existe una relación entre las piernas cortas y la cabeza pequeña con el estatus socioeconómico del sujeto, sobre todo en las mujeres, y adelantan que ambas medidas quizá sean marcadores del riesgo de demencia.
En realidad, ambos grupos de investigación (que, en realidad, son el mismo), con los mismo datos, parecen llegar a conclusiones opuestas.
Ahora vamos a Israel; ¿y si en vez de fijarnos en brazos, piernas y cabeza, utilizamos sin más la altura del cuerpo? Es lo que hicieron Michal Schnaider Beeri y su grupo, de la Facultad de Medicina Monte Sinái, de Nueva York. Evaluaron los síntomas de demencia, entre 1999 y 2001, en 1892 israelíes que habían participado en un encuesta nacional sobre infartos en 1963. De nuevo, el estatus socioeconómico se relaciona con una menor altura y parece haber una relación entre ser más bajo y cualquier forma de demencia senil. Recordar que esta muestra es sólo con hombres; no hay mujeres. Por lo tanto, menos altura, estatus y demencia están relacionados, pero los autores sólo proponen que se podía haber solucionado con una mejor alimentación en la infancia.
Y si medimos los brazos, ¿qué pasaría? Ya lo hicieron los coreanos, esta vez encabezados por Seul-Ki Jeong. En realidad, utilizan las medidas que ya tomaron para el trabajo que hemos comentado antes, pero en el que no mencionaban los brazos. Después de analizar los resultados, aseguran, de nuevo, que la altura y, en este caso, los brazos cortos, pueden ser indicadores de demencia; y, en este artículo, por métodos estadísticos (modelos de regresión multivariante) rechazan que este resultado tenga que ver con el estatus socioeconómico. En conclusión, altura y brazos cortos “pueden indicar” (así lo dicen los autores) habilidades funcionales y cognitivas.
Y, para acabar con tantos brazos, piernas y demencias, vamos a lo más reciente. Es un trabajo de Tina Huang y su grupo, de la Universidad Tufts, de Boston, que estudia 2798 personas, de las que 480 desarrollan demencia después de más de 5 años de seguimiento. Los autores encuentran que la altura de la rodilla (o sea, más menos, la pantorrilla más el pie) y la envergadura de los brazos son buenos indicadores de la calidad de la vida embrionaria y, en consecuencia, del riesgo de demencia en el futuro.
En este trabajo, la envergadura de brazos es un buen indicador en hombres y mujeres, pero en estas con más exactitud: las mujeres con una envergadura de brazos corta tienen 1,5 veces más posibilidades de desarrollar demencia y Alzheimer que las que tienen brazos largos. Y en las piernas de las mujeres, por cada 2,5 centímetros (una pulgada) que sean más largas, el riesgo de demencia y Alzheimer disminuye un 16%.
En resumen, altura, longitud de brazos y piernas y quizá otras medidas corporales son el resultado del desarrollo embrionario y, según como hay sido éste, las posibilidades de sufrir demencia en la ancianidad aumentan o disminuyen.
*Huang, T.L., M.C. Carlson, A.L. Fitzpatrick, L.H. Kuller, L.P. Fried & P.P. Zandi. 2008. Knee height and arm span. A reflection of early life environment and risk of dementia. Neurology 70: 1818-1826.
*Jeong, S.-K., J.-M. Kim, S.-S. Kweon, M.-H. Shin, M.-W. Seo & Y.-H Kim. 2005. Does arm length indicate cognitive and functional reserve? International Journal of Geriatric Psychiatry 20: 406-412.
*Kim, J.-M., R. Stewart, I.-S. Shin, S.-W. Kim, S.-J. Yang & J.-S. Yoong. 2007. Associations between head circumference, leg length and dementia in a Korean population. International Journal of Geriatric Psychiatry 23: 41-48.
*Mak, Z., J.-M. Kim & R. Stewart. 2006. Leg length, cognitive impairment and cognitive decline in an African-Caribbean population. International Journal of Geriatric Psychiatry 21: 266-272.
*Schnaider Beeri, M., M. Davidson, J.M. Silverman, S. Noy, J. Schmeider & U. Goldbourt. 2005. Relationship between body height and dementia. American Journal of Geriatric Psychiatry 13: 116-123.