Ya escribí sobre el pedo y su importancia en la comunicación social en el hombre y en otras especies; ahora, por aprender nuevos términos, escribiré sobre la flatulencia que es, según el DRAE, la “indisposición o molestia del flatulento”, y ese malestar viene del flato que, a su vez, es “acumulación molesta de gases en el tubo digestivo, a veces de origen patológico”; con lo que ya sabemos, podemos concluir que la liberación del flato por el que padece de flatulencia es el ya mencionado pedo.
Podemos empezar por el perro que, por el número de estudios que se han publicado sobre sus flatos, parece que son fuente de pedos extremadamente malolientes. Entre esos trabajos, está el de Catriona Giffard y su equipo, del Centro Waltham Para la Nutrición de las Mascotas, de Melton Mowbray, en Inglaterra, que desarrolló una técnica pata el seguimiento contínuo in vivo de los flatos en estos animales. El artilugio consiste en un anillo perforado, adosado al ano del perro y conectado a un medidor de sulfuro de hidrógeno, principal gas causante del mal olor de los pedos (además de eskatol, indol, aminas volátiles y ácidos grasos de cadena corta), todo ello sujeto a un chaleco sujeto a la espalda del perro. Además, un miembro del grupo de investigación, denominado “juez de olor”, puntua subjetivamente el olor de cada pedo. El sistema funcionó muy bien: se consiguió una correlación significativa entre la concentración de sulfuro de hidrógeno en el pedo y las más altas puntuaciones del “juez de olor”.
Una vez que el grupo de Giffard consiguió un método cuantitativo de medir el mal olor de los pedos de los perros, se pusieron a ensayar métodos de disminuir o el número de pedos o su mal olor. El mejor resultado lo consiguieron por medio de la dieta (recordar que los investigadores pertenecen a un centro que trabaja en la nutrición de las mascotas). El mal olor disminuía en más de un 80% si la dieta incluía carbón activo, yuca (Yucca schidigera) y acetato de zinc.
No crean que sólo los perros sufren (o disfrutan) de estos experimentos por parte de los científicos; en realidad, Giffard y su grupo se inspiraron en los trabajos de F.L. Suarez y su grupo, del Hospital de Veteranos de Minneapolis, que, en 1998, habían revisado varios sistemas de disminuir el mal olor de los pedos en la especie humana y, como conclusión, describían un método propio. La técnica es similar a la descrita para los perros, incluyendo la medida subjetiva del “juez de olor” que, en este caso, son dos. Además, analizan la composición de cada pedo tomando muestras individuales introduciendo un tubo por el ano y recogiendo el flato en una bolsa de plástico. Por cierto, para aumentar la producción de flatos, la noche anterior y en el desayuno, se alimenta a los sujetos de experimentación con alubias.
Cuando han puesto a punto el método de recogida de muestras, lo prueban con un pantalón marca Mylar, impermeable al gas y sujeto a cintura y tobillos con cinta de embalar. Para constatar que no hay escapes de gas, introducen al sujeto en una bañera y demostrar que no hay burbujas. Abren dos orificios en el pantalón, uno para poder introducir un tubo en el ano del sujeto y el segundo para medir la concentración de gases dentro del pantalón. Al sujeto le colocan el sistema a probar: una especie de pañal de foam y poliuretano recubierto de carbón activo (marca Toot Trapper) que ya se vende con este fin en los comercios.
En el experimento, introducen en el ano de los sujetos una mezcla conocida de gases, incluyendo el sulfuro de hidrógeno, a través del orificio que llega al ano y, después de un minuto, se mide la concentración de gases en el pantalón. Así se puede determinar cuánto mal olor (y gases) han quedado en el pañal de carbón activo: el sistema funciona muy bien, hasta en un 90%, con los gases que llevan azufre, pero el pedo es una mezcla compleja de sustancias y algunas de ellas no se ven afectadas por el pañal Toot Trapper.
Y no puedo acabar este post sin mencionar el invento depositado en la Oficina de Patentes de Estados Unidos, nº 6055910, de fecha 2 de mayo de 2000, cuyos autores son Michael Zanakis, de Morristown, Nueva Jersey, y Philip Femano, de Nutley, tembién en Nueva Jersey. La patente describe un misil propulsado por gas, y el gas se obtiene de donde ustedes están pensando y yo dejaré claro para evitar dudas: del ano de los usuarios. El misil se carga por medio de un tubo provisto de una válvula que, una vez abierta, se debe colocar en la región anal del personal lanzacohetes. Los autores aclaran que es un juguete; supongo que el objetivo en la vida de los inventores es hacer feliz a los niños.
*Giffard, C. & S. Collins. 2000. Dietary manipulation of canine odiferous flatulence. Waltham Focus 10: 32-33.
*Giffard, C., S. Collins, N.C. Stoodley, R.F. Butterwhich & R.M. Batt. 2001. Administration of charcoal, Yucca schidigera, and zinc acetate to reduce malodorous flatulence in dogs. Journal of American Veterinary Medical Association 218: 892-896.
*Suarez, F.L., J. Springfield & M.D. Levitt. 1998. Identification of gases responsible for the odour of human flatus and evaluation of a device purported to reduce this odour. Gut 43: 100-104.
*Zanakis, M.F. & P.A. Femano. 2000. Toy gas fired missile and launcher assembly. US Patent Number 6055910.