Hace casi 4000 millones de años, la vida apareció sobre el planeta Tierra. Primero fueron las células llamadas procariotas, parecidas a nuestras actuales bacterias, de pequeño tamaño y sin núcleo celular como características más importantes. Pasaron 1000 millones años y el segundo tipo de célula apareció sobre la Tierra, la célula eucariota, seguramente por suma de células procariotas y pliegues de su propia membrana; como característica principal, la presencia de núcleo, con el ADN y la información genética. Y hace algo más de 500 millones de años aparecen sobre la Tierra los primeros organismos pluricelulares, formados por agrupaciones de células eucariotas. Es lo que se llama “explosión del Cámbrico”, una repentina y enorme aparición de especies animales ocupando los nichos acuáticos del planeta. En general, estos animales tienen simetría bilateral, como nosotros, y, por tanto, tienen una parte anterior y otra posterior. En la parte anterior se acumulan muchos de los órganos de los sentidos (vista, olfato, tacto,…) para conocer y vigilar hacia donde se mueve el individuo.
Si sumamos unos 50 millones de años más, hace unos 550 millones de años están fechados unos rastros en forma de surco encontrados en el fondo fosilizado de los antiguos mares de aquella época. Los paleontólogos han considerado estos rastros como una prueba circunstancial de la existencia, aunque no se conozca el animal, de los primeros animales bilaterales que deambulaban, quizá en busca de comida, por el fondo del mar; por cierto, los surcos son lisos y no evidencian la ayuda de apéndices (cualquier tipo de patas) para moverse. Pero Mikhail Matz y su equipo, de la Universidad de Texas en Austin, han encontrado recientemente parecidos rastros y al animal que los produce en el fondo del mar cercano a las Bahamas.
Es una esfera de unos 2,5 centímetros de diámetro y, para sorpresa del grupo de científicos, no se trata de un animal pluricelular bilateral, que es lo que hasta ahora se había supuesto, sino de una ameba, es decir, de una sola célula eucariota aunque, eso sí, de un tamaño respetable y no muy habitual. La describen como una esfera hueca, llena de agua, lo que le permite mantener su forma de esfera; para moverse emite multitud de pequeñas prolongaciones celulares que le permiten, si se puede decir así, rodar por el fondo del mar. Los autores la clasificaron como Gromia sphaerica, una especie de ameba ya conocida en el golfo de Omán y en otrso lugares, pero nunca se había descrito que fuera móvil.
En resumen, que es posible que los animales que se consideraban como los primeros bilaterales fueran en realidad células eucariotas de gran tamaño, lo que les permite moverse y maniobrar como si fuesen animales pluricelulares. La descripción del movimiento y los rastros de esta ameba obliga a reconsiderar la aparición y antigüedad de los animales bilaterales.
*Matz, M.V., T.M. Frank, N.J. Marshall, E.A. Widder & S. Johnsen. 2008. Giant-deep-sea protist produces bilaterian-like traces. Current Biology 18: 1849-1854.