Los insectos son repugnantes; sabandijas despreciables para nosotros, los europeos comedores de ranas, angulas, caracoles, ostras al natural o gambas que, después de todo, son primas hermanas de los insectos. Sin embargo, para Eraldo Medeiros Costa-Neto, de la Universidad Federal de San Carlos, en Brasil, más de 1500 especies de insectos (al menos 1386 especies según Marjoleine Vervek, de la que más adelante hablaremos) sirven de alimentación a cerca de tres mil grupos étnicos en más de 120 países de África, Asia, Oriente Medio y Latinoamérica.
Para la mayoría de los occidentales, los insectos son asquerosos y alimentarse de ellos es propio de gente inculta y primitiva. Sus propiedades nutricionales y su composición evitan millones de muertes por hambre cada año. Cada etnia, como hemos visto, tiene su propia alimentación, con seguridad adaptada al entorno y a sus recursos. Y la preparación de los insectos también se adecúa a las necesidades de cada pueblo. La langosta, por ejejmplo. En Kartum, en el Sudán, según el grupo de Nafisa El Hassan, de la Universidad de esa ciudad, comen la langosta de los árboles llamada Anacridium melanorhodon. Los investigadores la compran en el mercado, y después de retirarle las partes incomibles, la muelen y utilizan la harina para los análisis nutricionales. Las muestras se preparan fritas o hervidas, que son las maneras tradicionales de cocinar las langostas. Como ejemplo y sin entrar en más detalles, el contenido en proteína es, más o menos, del 67%, y da igual freir que hervir las langostas.
Pero, para quien los come, además de sus propiedades nutricionales, también pueden tener otras utilidades. Por ejemplo, comer grillos en la región de Omido, en Kenia, capacita al consumidor para solucionar problemas aritméticos y calcular con mayor precisión. O en la tribu Tukanom, en el Amazonas, las hormigas son el único alimento permitido a las jóvenes en la menstruación.
Además, y por muy finos que nos pongamos los occidentales, comemos más insectos de lo que creemos y, seguramente, de lo que desearíamos. Fragmentos de alas, antenas y patas e incluso animales enteros se mezclan con muchos de nuestros alimentos. En Estados Unidos, la FDA (Food and Drug Administration) ha encontrado hasta cinco insectos o partes de insectos por cada 100 gramos de mantequilla de manzana o hasta treinta fragmentos de insectos por cada cien gramos de cacahuete.
Visto que los occidentales seguimos sin hacernos a comer insectos, aunque ya hay restaurantes que comienzan a servirlos, Marjoleine Verkerk y su grupo, de la Universidad de Wageningen, en Holanda, han propuesto, con muy buen criterio, cultiver células aisladas de insectos, como ya se hace con hongos y bacterias, y utilizarlo como pasta para la alimentación. Su contenido en proteína va del 45 al 70%, además de otros importantes componentes, lo que ayudaría a producir más alimentos de calidad en un mundo que los necesita.
Y no sólo comemos insectos, aunque no queramos, también vivimos con ellos. Un estudio de la Universidad Complutense afirma que en la ciudad de Madrid hay una media de 258 inquilinos por vivienda. En todas las casas hay moscas, mosquitos y hormigas, en el 86% de las viviendas hay arañas y cucarachas en el 66%.
*Costa-Neto, E.M. 2003. Insetos como fontes de alimentos para o homem: Valoraçao de recursos considerados repugnantes. Interciencia 28:1-6.
*DeFoliart, G. 1992. Insects as human food. Crop Protection 11: 395-399.
*El Hassan, N.M., S.Y. Hamed, A.B. Hassan, M.M. Eltayeb & E.E. Babiker. 2008. Nutritrional evaluation and physiochemical properties of boiled and fried tree locust. Pakistan Journal of Nutrition 7: 325-329.
*Harris, M. 1990. Bueno para comer. Alianza Ed. Madrid. 351 pp.
*Verkerk, M.C., J. Tramper, J.C.M. van Trijp & D.E. Martens. 2007. Insect cells for human food. Biotechnology Advances 25: 198-202.