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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Perros

No tuve tiempo de traerme nada,

¿sabe?

Salí muy deprisa,

no tuve tiempo de mirar las cosas

para ver qué me traía,

pero ahora que usted me lo pregunta,

si hubiera podido,

me habría traído el perro.

Cristina Peri Rossi, 2003, Estado de exilio.

¡Ah!, las mascotas, los animales de compañía, nuestros domésticos amigos, que diría con fruicción cualquier solterona creada por Richmal Crompton para torturar a Guillermo y sus Proscritos, Jumble aparte. Para quien no haya disfrutado de las aventuras de Guillermo, Jumble es el perro, y cómplice de muchas aventuras, del propio Guillermo ¿Quién, de niño o de adulto, no ha acariciado un perro o admirado el canto de un jilguero, o quizá ha envidiado el orgullo y la independencia de un gato callejero? Quién ha tenido un perro ha vivido la experiencia de su mirada triste y melancólica, y le ha hablado como si entendiera e incluso ha esperado una respuesta. ¿Y si realmente fuese así? ¿Y si nos entienden? ¿Cómo es posible? Es obvio, por telepatía. Y se ha investigado sobre ello, claro está. Lo hizo un investigador mundialmente conocido por sus extravagantes propuestas, Rupert Sheldrake (publicó hace años un libro titulado Siete experimentos que pueden cambiar el mundo, que cualquiera que no crea en la ciencia debe leer). En trabajos publicados entre 1997 y 1998, Sheldrake y sus colaboradores explican los resultados de varias encuestas telefónicas llevadas a cabo en Londres y Manchester en las que dueños de perros y gatos consideran, en un porcentaje apreciable y en algunos casos por amplía mayoría, que sus mascotas adivinan sus pensamientos, responden a órdenes no expresadas verbalmente, adivinan cuando van a llegar a casa o anticipan su marcha. Casi la mitad considera que sus mascotas son telepáticas. Incluso un seguidor de Sheldrake, el italiano Giuseppe Sermonti, ha propuesto que la comunicación entre un perro y su amo se hace a través de una energía radiante todavía no descrita y que ha bautizado como rayos Y.

En conclusión, está claro que los dueños de mascotas, en un amplio porcentaje, consideran que sus animales tienen poderes parapsíquicos, lo cual no implica que lo sean, sólo que sus dueños lo creen. Y sólo tienen estas habilidades los perros y gatos; en cambio, carecen de ellos otras mascotas como los hamsters, los conejos o las aves. La conclusión más interesante de Sheldrake es que aquí hay algo y que hay que seguir con ello.

Por seguir con ello, como sugiere Sheldrake, se pueden comentar otras utilidades de las mascotas, en concreto de los perros. Por ejemplo, son excelentes centinelas de la contaminación; como siempre acompañan a sus dueños, L.C. Backer y su grupo, del Centro Nacional de Salud Ambiental de Atlanta, en Estados Unidos, han demostrado que un simple análisis de sangre de nuestro perro sirve para detectar la presencia de contaminantes en nuestro entorno. También se ha descrito su utilidad en la recuperación y en la mejora en la calidad de vida de enfermos y discapacitados, por ejemplo, en los que han sufrido un ataque al corazón o se desplazan en silla de ruedas.

Una de las aplicaciones más curiosas de los perros como mascotas es su utilización en las clases con niños de corta edad. Hergovich y su grupo, de la Universidad de Viena, han encontrado que la presencia de un perro en el aula de niños de 6 y 7 años mejora considerablemente su autonomía personal, su integración social, disminuye su agresividad y mejora su empatía con los animales. Aunque, como siempre, no todo es tan maravilloso; según Karl Franklin y sus colaboradores, del Hospital de la Universidad de Umea, en Suecia, aseguran que la convivencia con un perro de niños de corta edad se puede relacionar con que ese niño sea un roncador habitual (roncar fuerte y molesto al menos tres noches por semana) al llegar a la edad adulta. Para llegar a esta conclusión, entrevistaron a 15556 individuos de los que el 18% se declaró roncador habitual. De estos roncadores, el 22% tenía perro en casa al nacer, y el 44% lo tuvo durante la infancia.

Y otra utilidad de los perros. La hipótesis de que los perros pueden detectar tumores malignos con el olfato fue propuesta por primera vez en 1979 por Hywel Williams y Andrew Pembroke, del Hospital del King’s College de Londres. Una mujer acudió a su consulta empujada por la conducta nerviosa de su perro hacia una herida que tenía en la piel y que, después de los oportunos análisis, se diagnosticó como un melanoma maligno. Se han publicado trabajos con comportamientos semejantes por parte de los perros en relación con el cáncer de mama, de vejiga y otros tipos de cáncer de piel.

Es posible; según Carolyn Willis, del Hospital de Amersham, en Inglaterra, los tumores producen compuestos orgánicos volátiles que pueden salir al exterior con el aliento o el sudor y ser detectados por los perros con su desarrollado sentido del olfato. Los investigadores portugueses S.C. Balseiro y H.R. Correa, de la Universidad de Coimbra, han propuesto que ese olor distintivo de la célula tumoral podría deberse a cambios en lo que se denomina Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC, en sus siglas en inglés, y llamado HLA en la especie humana), que caracteriza a cada célula y determina genéticamente el olor del cuerpo humano (recordar a Martha McClintock), y quizá cambie en las células tumorales. En la actualidad, el grupo de Carolyn Willis, en Amersham, y el de D. Pickel, en Florida, están entrenado perros para detectar, respectivamente, cáncer de vejiga en muestras de orina de los pacientes y el melanoma maligno.

Sin embargo, B. Laumbacher y su equipo, de la Universidad de Munich, piensan que son los perros los que ayudan a la transmisión del cáncer de mama. Han descubierto que las mujeres con cáncer de mama tienen perro, pero no gato, el doble de veces que las mujeres sin cáncer. Laumbacher propone que el desarrollo de este tipo particular de cáncer es similar en el perro y en la especie humana que, por esta razón, algún factor que provoque la enfermedad se puede transmitir de la mascota a la persona que convive con ella.

*Backer, L.C., C.B. Grindem, W.T. Corbett, L. Cullins & J.L. Hunter. 2001. Pet dogs as sentinels for environmental contamination. Science of the Total Environment 274: 161-169.

*Balseiro, S.C. & H.R. Correia. 2006. Is olfactory detection of human cancer by dogs based on major histocompatibility complex-dependent odour components? – A possible cure and a precocious diagnosis of cancer. Medical Hypotheses 66: 270-272.

*Franklin, K.A., C. Janson, T. Gislason, A. Gulsvik, M. Gunnbjörnsdottir, B.N. Laerum, E. Lindberg, E. Norrman, L. Nyström, E. Omenaas, K. Toren & C. Svanes. 2008. Early life environment and snoring in adulthood. Respiratory Research 9: 63. doi:10.1186/1465-9921-9-63

*Hergovich, A., B. Monshi, G. Semmler &V. Zieglmayer. 2002. The effects of the presence of a dog in the classroom. Anthrozoös 15: 37-50.

*Laumbacher, B., B. Fellerhoff, B. Herzberger & R. Wank. 2006. Do dogs harbour risk factors for human breast cancer? Medical Hypotheses 67: 21-26.

*Pickel, D., G.P. Manucy, D.B. Walker, S.B. Hall & J.C. Walker. 2004. Evidence for canine olfactory detection of melanoma. Applied Animal Behaviour Science 89: 107-116.

*Sermonti, G. 1996. The impossible exists. About the “Seven Experiments” suggested by Rupert Sheldrake. Rivista di Biologia / Biology Forum 89: 479-482.

*Sheldrake, R., C. Lawlor & J. Turney. 1998. Perceptive pets: A survey in London. Rivista di Biologia / Biology Forum 91: 57-74.

*Sheldrake, R. & P. Smart. 1997. Psychic pets: A survey in North-West England. Journal of Society for Psychic Research 61: 353-364.

*Williams, H. & A. Pembroke. 1979. Sniffer dogs in the melanoma clinic? Lancet 333: 734.

*Willis, C.M., S.M. Church, C.M. Guest, W.A. Cook, N. McCarthy, A.J. Bransbury, M.R.T. Church & J.C.T. Church. 2004. Olfactory detection of human bladder cancer by dogs: proof of principle study. British Medical Journal 329: 712-714.

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