Dos tercios de la humanidad toma té, lo que convierte a esta bebida en la más consumida y popular. Su historia comienza en la antigua China, hace unos 5000 años; en la actualidad, son el té verde, el té negro y el té oolong las variedades más populares. La diferencia entre ellas viene marcada por la diferente fermentación de las hojas de la planta original, la Camellia sinensis. El té verde no está fermentado, el té negro está completamente fermentado y el oolong es una mezcla de hojas fermentadas y no fermentadas. El muy popular té rojo es té verde envejecido.
En el té, según la variedad, hay una concentración apreciable de polifenoles, es decir, de moléculas con más de un grupo fenólico. Se considera que son los componentes del té que tienen las propiedades más interesantes para la salud de quienes consumen con regularidad esta bebida. Según Di Chen y su grupo, de la Universidad Estatal de Wayne, en Detroit, los polifenoles del té pueden bajar la concentración de colesterol en sangre y prevenir la arterioesclerosis; los estudios epidemiológicos y en el laboratorio indican un efecto preventivo sobre el cáncer, actuando sobre las células tumorales y no sobre las células sanas. En estudios con animales actúan sobre el cáncer de piel, pulmón, hígado, estómago, mama y colon. Como ejemplo concreto se pueden poner el efecto de los tés negro y verde sobre el cáncer de piel en ratones sin pelo. Según Record y Dreosti, de la División de Nutrición Humana del CSIRO de Adelaida, en Australia, la ingestión de estos tés (marca Lipton) en concentraciones del 2% o del 1,25% tiene efecto sobre las enfermedades de la piel. El té negro reduce el número de células quemadas en la piel después de la exposición del animal a rayos ultravioleta A y B; el té verde no tiene este efecto. Ambos tés, negro y verde, reducen el número de papilomas y tumores en la piel inducidos por los UVA y UVB, y es, de nuevo, el té negro el más eficaz.
Hay que destacar que los médicos de la famosa Clínica Mayo, de Rochester, en Estados Unidos, no estén muy de acuerdo con estos hallazgos. Según un informe reciente, no existe una certeza absoluta de que el té tenga efectos positivos sobre el nivel de colesterol, la tensión arterial o la arterioesclerosis. Lo mismo se puede decir sobre el cáncer, y sólo parece demostrado que el té blanco protege del cáncer de colon. Además, el té verde parece disminuir la inflamación de las articulaciones y aumentar la densidad del hueso en personas de edad. Y, finalmente, un estudio en el Japón demuestra que el consumo a largo plazo de té verde disminuye el riesgo de fallos en la memoria.
Según los autores, los estudios anteriores son epidemiológicos y muy pocos de ellos demuestran efectos directos del té sobre cada de las enfermedades citadas. En resumen, que hay mucho que estudiar y poco que afirmar con certeza y rotundidad.
*Chen, D., V. Milacic, M.S. Chen, S.B. Wan, W.H. Lam, C. Luo, K.R. Landis-Piwowar, Q.C. Cui, A. Wali, T.H. Chan & Q.P. Dou. 2008. Tea polyphenols, their biological effects and potential molecular targets. Histology and Histopathology 23: 487-496.