La especie humana presenta características sexuales que la diferencian de sus más próximos parientes como, por ejemplo, el que sus hembras ovulen sin cambios externos, la presencia contínua de pechos o la no existencia del baculum (hueso peneano) en el pene. Además, otra estructura sexual sin explicación evidente es el himen. Según la bibliografía, sólo las hembras de la especie humana tienen himen; sólamente hay dos citas, en una novilla y en un spaniel, de la presencia anormal de himen. También tienen himen los elefantes, pero no se rompe en la cópula sino en el parto.
Su función es desconocida. En el desarrollo embrionario, el sexo del feto no se diferencia hasta las 5-6 semanas y sólo después de los 4 meses, los genitales de macho y hembra se distinguen sin ninguna duda. Los conductos urinario y genital se unen, en las hembras, justo antes de la salida al exterior, en el seno urogenital, y es hacia el final del desarrollo cuando la luz de la vagina se separa del seno urogenital por la aparición del himen. Se ha informado de recién nacidas con el himen completo, llamado himen no perforado, que separan completamente ambos conductos.
En una niña normal, el himen permanece en la entrada de la vagina como una membrana irregular, variable en tamaño y forma, con un orificio también muy irregular que, habitualmente, es circular o en forma de media luna. Como decía, no se conoce su función fisiológica, aunque su significado psicológico y cultural como signo de virginidad es indiscutible en muchas sociedades humanas.
Hay algunas hipótesis sobre su función, aunque no son ni concluyentes ni satisfactorias, tal como nos explican A.J. Hobday y su grupo, de la Universidad de California en San Diego. Estas hipótesis plantean a menudo, como ocurre en estas estructuras problemáticas, que su presencia y función actual puede no tener relación con su función primera. Una de las hipótesis plantea que su presencia asegura al hombre que la mujer con la que va a copular es virgen y, de esta forma, la evolución trabajaría en contra de las hembras no vírgenes pues los machos no copularían con ellas. Sin embargo, y en la enorme variedad de sociedades humanas, esta función del himen parece más cultural que biológica. Según A. Maul, de la Universidad de Metz, en Francia, el dolor producido durante el primer coito, debido a la ruptura del himen, crearía un mayor vínculo de pareja tanto en el hombre como en la mujer, lo que es evidente ayudaría a una mejor cría de los hijos. También parece un significado cultural, aunque con un fuerte componente psicológico.
Una segunda hipótesis se basa en una supuesta vida acuática de alguno de nuestros ancestros en los que el himen protegería la vagina de infecciones externas. Pero, por los datos conocidos, no existe esa etapa acuática en nuestra evolución. También se ha propuesto que el himen sirve para retener los espermatozoides después de la cópula y ayudar a la fertilización del óvulo, pero hay demasiada distancia entre ambas estructuras.
Según Hobday y su equipo, la presencia del himen en los recién nacidos se debe a que los niños permanecen menos tiempo en las madres que el resto de los primates y, por ello, el himen no desaparece durante el desarrollo embrionario y se mantiene después del nacimiento. Su presencia posterior hasta la primera cópula tiene como función el que durante la niñez y pubertad ayude a evitar infecciones en la vagina.
Como se ve, hay varias hipótesis sobre la función de esa estructura única llamada himen; queda probar estas hipótesis por medio de datos experimentales. Por ejemplo, y según la hipótesis de Maul, ¿hay un lazo afectivo más fuerte en las parejas formadas por una cópula con el himen intacto que en aquellas en las que la mujer había tenido relaciones previas? Continuará.
*Hobday, A.J., L. Haury & P.K. Dayton. 1997. Function of the human hymen. Medical Hypotheses 49: 171-173.
*Maul, A. 2007. An evolutionary interpretation of the significance of physical pain experienced by human females: Defloration and childbirth pains. Medical Hypotheses 69: 403-409.