Uno va al super con su lista de compras y sale con el carro cargado de lo que buscaba más, en muchos casos, un montón de alimentos que no necesita e, incluso, que no son muy saludables. Es más, si a los clientes se les pregunta, como hicieron Pascalle Weijzen y su grupo, de la Universidad de Wageningen, en Holanda, al entrar al super qué intenciones llevan en cuanto a comprar alimentos sanos o no, y después se revisa su carro a la salida, se verá que, en muchos casos, intenciones y hechos no coinciden. El trabajo se hizo con 585 individuos reclutados y entrevistados en la cafetería de sus empresas.
A los clientes se les ofrece un plátano y una manzana como alimentos sanos, y un dulce y un gofre como alimentos menos sanos. Una semana después se revisa lo que consumen y se descubre que el 27% de los que pensaban comer sano (el 49%) se ha pasado al dulce o al gofre. Sin embargo, el 90% de los entrevistados que no se habían propuesto comer el alimento sano son consecuentes y comen el gofre o el dulce. Son los que pensaban comer sano los que cambian de opinión y se pasan al lo no tan sano. Los autores sugieren que la intención es racional mientras que la elección puede ser instintiva y el cambio de opinión instantáneo.
Además, la conducta se refuerza a sí misma: una actitud positiva hacia la alimentación saludable, un buen control de la dieta y un consumo habitual de alimentos sanos aumenta la consistencia de la conducta hacia una alimentación sana. Sin embargo, hay que recordar que más o menos el 50% no planea seguir una alimentación sana, y son estos precisamente quienes más difícil es que cambien de opinión.
*Weijzen, P.L.G., C. de Graaf & G.B. Dijksterhuis. 2008. Discrepancy between snack choice intentions and behavior. Journal of Nutrition Education and Behavior 40:311-316.