La merienda casi semanal del dictador de turno se nos atraganta en Libia. La revuelta pacífica se militariza y se torna en conflicto armado. El Gadafi, tan cafre como siempre, se aproxima a su fin pero falta la última n. Y corren ríos de sangre y se agiganta la tragedia humanitaria de los miles de ciudadanos que pretender huir del escenario bélico. Occidente está con el visor en negro taponado por el sucio petróleo que se dispara. Un ingrediente más en la crisis. Esta vez sufre… hasta la misma Merkel.