En Túnez, vecino país de nuestra ribera del Mediterráneo, tan cerca y a la vez tan lejos, triunfa la revuelta popular. Muchos afirman que constituye un ejemplo a seguir en el mundo musulmán. Que las barbas de las grandes oligarquías reinantes en el mundo árabe deben ponerse a remojo. ¿Y no tendrá también consecuencias en los paraísos capitalistas europeos cuando la crisis económica genera incertidumbre e inestabilidad social?
Tenemos el antídoto: todas las voces de los agentes sociales y políticos dicen apoyar la firma de un gran pacto social. Los remedios están en reeditar los viejos Pactos de la Moncloa. Eso prometen. Lo que es seguro es que hoy la foto, como entonces, parece que favorece a casi todos. Estamos ya en plena campaña de elecciones. La voz de Aznar clama en los desiertos en puertas de la cuaresma electoral. Entra en juego la arquitectura de las autonomias y el café para todos parece amenazado. Ayuno y cenizas, habrá que recortar las fiestas de carnaval.
Berlusconi va de viejo verde. Un condimento más a la perdida de credibilidad de Europa. Y aquí, que nos aburrimos por falta de problemas, nos sumergimos en el gran debate de los pinganillos. Es mucho menos excitante y morboso que la “pasta italiana”. Bueno, pero ya tenemos nuevo presidente del gran tribunal constitucional… Esto marcha, el mundo no se para.