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Jesús Zulet

Ja-ja

Fiesta de la caricatura

En la calle Mayor de Alcalá de Henares junto a la casa natal de D. Miguel de Cervantes, el autor del mejor tratado del mundo sobre el ingenio y que se haya escrito jamás (no es lo mismo que un relato ingenioso de aventuras) celebramos la Fiesta de la Caricatura. Hacerlo ahí tiene un significado muy especial y constituye un gran homenaje. En su obra, hija del entendimiento, se atreve a decirnos: yo sé quién soy.

Toda caricatura es una reflexión sobre la identidad, más bien es la pregunta: ¿qué es la identidad?. Gombrich, uno de los estudiosos del arte más importantes del s.XX, daría en la diana: la clave de la caricatura radica en la sutil diferencia entre parecido y equivalencia. Las mejores caricaturas llevan hasta el extremo esta contradicción, es su figura más auténtica y tiene la mayor deformación en clara paradoja.
La caricatura es el mayor torpedo en la línea de flotación del pensamiento aristotélico-cartesiano. Cada uno de nosotros somos únicos pero nos vemos desde una multiplicidad inacabable de lecturas. Desde mi ejercicio profesional no me queda otra actitud que una crítica radical a la idea central de la modernidad.
Es posible realizar todas las caricaturas que queramos sobre una misma persona, y después de esas muchas que determinamos seguirá siendo posible hacer otras tantas más. Caben todas las versiones y todos los recursos son válidos. La caricatura es la visión subjetiva desde el punto de vista de cualquier otro. Las caricaturas son las múltiples miradas de todos los otros. Son una recreación especular. Son memoria, sólo podemos reconocernos desde los otros y desde el recuerdo que conservamos de una mirada anterior, desde el pasado. La caricatura es la realidad deformada por la vida, nosotros sólo hacemos esa copia. Tome una fotografía de su más tierna infancia y compárela con lo que ve en el espejo. ¿Quién hace la caricatura?.

En toda caricatura, como verdadero juego alegórico, hay tanto del dibujante como del dibujado, está la mejor definición de lo que somos y la auténtica advertencia de que eso es una mera representación, no la realidad. Por eso, porque sigue existiendo una realidad objetiva, sigue firme un sentido del parecido. Por tanto no puedo aceptar tampoco las tesis de la posmodernidad. Una caricatura me dice mucho más de la persona dibujada y las muchas de su caricaturas me acercan a una idea aún más completa. La realidad no se desdibuja desde la multiplicidad, se ajusta. No se pierde la referencia, sólo nos aproximamos a una idea del perecido siempre abierta.

No tiene casi nada que ver el dibujo de estudio a un dibujo en la calle. Dibujar en directo, en la fugacidad de una primera mirada es dejar que la mano se deslice por sí misma, es lo más parecido a una escritura automática. Me enseñaron que es más importante una buena goma de borrar que un buen lápiz. Aquí no es posible borrar ni corregir, queda lo que me dicta la más pura intuición. El público se atreve a ser visto como “feo”, los autores nos atrevemos a superar el “fracaso”. Es un reto mágico, el “ver si nos sale” en un instante fugaz. Yo mismo me siento sorprendido, no me siento como ser-dibujante, me siento mucho más como ser-vivo.

En todos estos monigotes hay mucho de lo que esperamos y de lo que tememos de esos otros. Es la más radical conformación de los no-son-otros.

PD: Gracias a todos los que se ofrecieron a posar, gracias por ser vistos.

Forges publica este artículo sobre nuestro compromiso desde el Humor Gráfico.

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Por Jesús Zulet

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